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USA: hola, sensatez

Por fin se va Trump. Y acaba de decir que no irá a la ceremonia de entrega de poder el próximo 20 de enero. Como dijo Biden, menos mal. Sería el colmo.

10 de enero de 2021 Por: Vicky Perea García

Las imágenes inéditas del pasado miércoles de aquella turba tomando por asalto el Capitolio de Washington, ganan por méritos propios un lugar en la historia de la infamia de la humanidad. ¿Quién puede negar que un golpe directo a la mandíbula de la democracia de la primera potencia es un suceso enorme en el curso de nuestra vida contemporánea?

Aunque está abierta la discusión sobre hasta si lo que pasó fue más que una grave amenaza contra esa misma democracia. Es decir, ¿el acto de protesta de un grupo grande de fanáticos que desembocó en asonada, con las fatales consecuencias que ya se conocen, obedeció a una explosión de ira masiva? ¿O se pretendió -de forma violenta y, por ende, ilegal, además de planeada- echar atrás el resultado de la voluntad popular expresada en las urnas? Caben muchas interpretaciones ahí.

Resulta muy difícil de creer que semejante movilización de energúmenos fuese una simple casualidad. Y el mensaje del propio Donald Trump a esos enfervorizados partidarios suyos lo deja mal parado: “Quédense donde están, obedezcan a la policía”, dijo, cuando lo indicado era exigirles que se retiraran. A cambio les pidió “permanecer tranquilos”. ¿A la espera de qué?

Ya se verán resultados a medida que avancen las investigaciones. Porque recién se abre este capítulo (el del asalto que costó vidas -cinco, hasta ahora-, más otros efectos aún por considerar). Y no se descartan sorpresas en el curso de las averiguaciones. No solo en los Estados Unidos, como ya lo han advertido voces autorizadas del que será nuevo gobierno (las mismas que dicen que Colombia, o ciudadanos nuestros, podrían estar bajo esa lupa) ¿Qué buscarán?, ¿acaso, financiadores; quizá, instigadores; de pronto, consejeros en la sombra?

Entonces, nunca como antes en los últimos tiempos la Justicia estadounidense tiene la oportunidad de aplicar en cuerpo propio lo que tantas veces exigió a la maleable y casi siempre amañada política exterior de su nación a otros: condena para quienes se atrevían a torcer la voluntad popular.

Vean pues cómo termina uno de los más infortunados cuatrienios de la vida de los Estados Unidos de América. Aunque la verdad, en el caso Trump hay de todo, menos sorpresas. Como bien dijo Ezra Klein en The New York Times: “Trump siempre ha sido un lobo disfrazado de lobo”.
Un lobo de tantos que a lo largo de los tiempos y en muchos lugares han sido capaces de romper cualquier cálculo racional sobre su malévola capacidad de convertir popularidad e influencia en el primer escalón de lo que al final pretenden: dominar a su antojo a las masas. A partir, además, de una fórmula básica: “Llamar las cosas por su nombre” y “romper con el pasado” (el mismo pasado del que casi siempre son responsables y ahora reniegan). Así calan fácil en el sentimiento popular para generar, primero, admiración y, luego, tanta adoración como fanatismo.

Esos mismos sentimientos que inspiran en seguidores y servidores (áulicos, más bien), impedidos para ver otra realidad que no sea la que promulga su líder. Pasó con Rudolph Giuliani, exalcalde de Nueva York, y ahora monigote encargado de defender lo indefendible.

Gente así saca tanta pena ajena como temor (no olviden, todo poseso merece cuidado). Y, a veces risa, si alguien tiene el talento de mostrar con ironía el colmo de su patetismo. Tal cual lo muestra el ingenioso ‘Death to 2020’ (Netflix).

Por fin se va Trump. Y acaba de decir que no irá a la ceremonia de entrega de poder el próximo 20 de enero. Como dijo Biden, menos mal. Sería el colmo. Nos basta con esa carta de despedida que firmó el pasado miércoles, en la que demostró de qué era capaz su reino hecho de soberbia y mentiras. Junto a Biden y Kamala, bienvenida la sensatez.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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