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Un hombre de centro

Claro que el centro existe y ha existido. Y va a seguir existiendo. El tema es qué se entiende por centro y, en esa medida, qué es lo que asumen algunos cuando dicen ser de centro.

6 de diciembre de 2020 Por: Vicky Perea García

Claro que el centro existe y ha existido. Y va a seguir existiendo. El tema es qué se entiende por centro y, en esa medida, qué es lo que asumen algunos cuando dicen ser de centro. Eso mismo con los que algunos se equivocan. Ya sea al matricularse de manera tardía. O con ataques destinados a cazar incautos en la galería. O peor, sin fijar posiciones, lo que tampoco es centro.

El centro, con todos sus matices -como sucede con la derecha y con la izquierda-, es una suma de hechos, tanto en la militancia como, y aún más, cuando sus postulados se ponen en práctica desde el ejercicio del poder.

Pero, fruto de la levedad a la que se ha ido a vivir este mundo de los últimos tiempos, el centro anda rotulado como tibieza. Ya quisieran esos mismos que desde los extremos descalifican al centro como alternativa, ser capaces de ayudar a transformar el mundo para provecho de las mayorías, sin esa fórmula preferida tan suya: la de dividir para reinar, casi siempre con el odio como aliado.

Hace poco, en este mismo espacio, ponía como ejemplo de tolerancia y perdón (dos rasgos del centro) a Julio María Sanguinetti y Pepe Mujica en Uruguay (si me apuran, centro derecha el primero y centro izquierda el otro, después de haber pasado, él, por la extrema pura). Y ahí está en España el caso Adolfo Suárez en aquella transición de una feroz dictadura a una democracia, una vez nos dejó en paz el generalísimo.
Transición en la que, por sobre todo y desde el centro, se comenzaron a garantizar los derechos de la izquierda misma, comenzando por los del Partido Comunista Español.

Pero hay otro caso que vale la pena traer a la mesa, y mejor es si lo hacemos antes de que se enfríe. Hablo del fallecido (la semana pasada) expresidente francés Valéry Giscard d'Estaing, uno de esos hombres a los que la memoria de los pueblos olvida pronto.

Giscard, luego de ser parte de la resistencia en la Segunda Guerra Mundial contra la ocupación a su país de la Alemania nazi, pasó a crecer políticamenete a la sombra de Charles de Gaulle. Eso y su alto abolengo eran camino ancho para llegar algún día al Elíseo. Solo que a Giscard le parecieron demasiado bonapartista de Gaulle y su guardia pretoriana (como, en la España de al lado, a Suárez le resultaban más franquistas que el propio Franco los herederos naturales del tirano).

Ahí fue cuando el rebelde Giscard supo soltar amarras para alejarse de su viejo jefe, a quien derrotó en las urnas (bueno, no a él, sino al candidato de él), como también a la izquierda. Así ganó la presidencia en 1974.

¿Qué hizo Giscard, nada menos que en una época marcada por los grandes efectos del Mayo del 68, la Guerra Fría a pleno vapor y una de las más grandes crisis mundiales por los precios del petróleo?

Anoten: logró que asuntos como divorcio, derecho al aborto, voto a los 18 años y agrupación familiar de inmigrantes formaran parte de la cotidianidad de los franceses. Y de puertas para afuera ayudó a trazar lo que luego sería la Unión Europea.

Igual, se equivocó. Recibió diamantes como regalo de Jean-Bédel Bokassa, entonces dictador de la República Centroafricana. Y nunca tomó la decisión de perseguir a la banda terrorista Eta que se acostumbró a golpear en España para luego refugiarse en territorio francés. Todo ello lo pagó cuando el pueblo le dijo no a su aspiración reeleccionista.

Si Giscard ejerciera en esta época nuestra no sería más que un ´tibio´ para esos egos trepados en sus presuntas estaturas morales e intelectuales. Luego, ellos mismos lo tirarían al foso del linchamiento mediático. Creo que Giscard, más allá de sus altas y sus bajas, fue un estadista. Como lo fue Suárez, y como lo son Sanguinetti y Mujica. Todos, como lo demuestran sus hechos, tan partidarios del centro como lejanos del mismo aventurerismo en el que aquí se empeñan en sumirnos los mesías que nos tocaron en suerte.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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