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Un año después…

Hace exactamente un año rezumábamos orgullo nacional. La selección nacional de fútbol...

4 de enero de 2016 Por: Víctor Diusabá Rojas

Hace exactamente un año rezumábamos orgullo nacional. La selección nacional de fútbol de mayores había hecho una fiesta de una simple oportunidad en el Mundial. No ganamos Brasil 2014, pero como si lo hubiésemos hecho. Tras el torneo, con fuerza y hechos, nuestros jugadores entraron a ser protagonistas, hasta convertirse en referentes y presas codiciadas de los cazadores de talentos del fútbol mundial.Por eso mismo, 2015 amenazaba ser la panacea. La presencia de jugadores en los principales equipos del mundo prometía una temporada para coleccionar. James, Cuadrado, Ospina, Jackson, Teo, e incluso el propio Falcao -vigente, como todos, más allá se arrastrar una larga inactividad-, estaban en primera fila de ese mundo tan mediático que es el fútbol. Hoy, un año después, ya sea por efectos de la nostalgia o por ella misma más la fuerza de los hechos, el panorama es muy diferente. Y si bien no puede uno salir a decir que la torta dio la vuelta entera, hay que reconocer que muchos de ellos están en el aire.Sí, James saca la cara y hace, por ejemplo, tres asistencias en ese vergonzoso 10 - 2 del Real Madrid al Rayo Vallecano (bueno, la Liga española es de por sí una vergüenza, por lo desigual, inflada y llenadora). James sigue siendo nuestro polo de atracción. En cambio los demás, aparte de Carlos Bacca, Juan Guillermo Cuadrado y Carlos Sánchez, no juegan o se han perdido en la nata espesa de las idas y venidas del mercado de traspasos. Y así, con el tiempo, nos hemos ido acostumbrando a una extraña manera de seguirlos en los medios de comunicación. Si antes el hecho era que el jugador colombiano había sido, con nombre propio, el autor de tal o cual victoria de su equipo, ahora sabemos que jugó 67 minutos o que aquel otro entró para los últimos doce. O que el director técnico le tiene ojeriza a Fulano o a Mengano porque sí, o porque no. O algo aún más extraño, que el equipo tal ganó un partido con uno de los nuestros en la banca. Pasó el otro día. Arsenal venció al Manchester City y la noticia no fue, por ejemplo, el fantástico gol de Yaya Touré (una de las anotaciones más bellas de la actual temporada, por la delicadeza con que golpea el balón), sino que nuestro David Ospina estuvo en el banco del equipo de Londres.Tal parroquialismo hace tanto daño como el coro aquel del ¡Sí se puede! del que solemos echar mano cada vez que la cosa se pone peluda. ¡Claro que podemos, porque simplemente somos capaces! Y si no aprendemos a ser grandes en las buenas pero especialmente en las malas, pues más nos costará el síndrome del pobrecito que, como se esperaba, también se ha ido tomando el fútbol.Igual, ha hecho carrera el prohibido criticar la selección. O si no, ahí está la prueba del prestigioso exfutbolista que se salió de la ropa porque a un aficionado no le gustó la descafeinada tarde aquella en Barranquilla en que Argentina nos pasó por encima. Sí, a los futbolistas se les agradecen las conquistas, pero esas mismas deben revalidarlas el domingo siguiente. Así siempre ha sido esto. Y seguirá siéndolo. Ojalá que este 2016 signifique el reencuentro de un equipo que, parodiando a Jorge Eliécer Gaitán, debe ser un pueblo. Ellos, los jugadores, tienen la palabra. Y usted también, señor José Pékerman, reservado pero no necesariamente ajeno. Sobrero: De todas las partidas de 2015, una duele más hondo. La de Rafa Baena. Hasta siempre al amigo, al hermano, al reportero, al fotógrafo, al escritor y, sobre todo, el hombre que supo llevar como nadie la dignidad de este oficio sin hacer sonar más que sus propios pasos.

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