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Ruedas sueltas

Sobre el accidente en territorio ecuatoriano del bus de matrícula colombiana que hoy enluta a familias de ciudadanos de nuestro país -en particular, caleñas- y de nacionalidad venezolana, vale decir varias cosas.

19 de agosto de 2018 Por: Víctor Diusabá Rojas

Sobre el accidente en territorio ecuatoriano del bus de matrícula colombiana que hoy enluta a familias de ciudadanos de nuestro país -en particular, caleñas- y de nacionalidad venezolana, vale decir varias cosas.

La primera, que falta mucho por saber sobre ese paseo que saltó a ser un oscuro capítulo de tráfico de estupefacientes -quizás, sin que muchos de los viajeros supieran que estaban siendo utilizadas para ese fin-, antes de culminar en accidente, fruto de la informalidad y la irresponsabilidad.

Sobre el punto de la gente que viajaba, ya dirán las evidencias en poder de las autoridades quiénes están detrás de este cargamento de muerte, en todo el sentido de la expresión. Tanto aquellos que fletaron el cargamento de drogas, como quienes vendieron el cuento de la tal excursión. Lo que sí preocupa es la facilidad con que la gente sigue cayendo en tentaciones. ¿Un viaje gratuito al exterior, así sea por tierra, sin que nadie pregunte de dónde sale tanta bondad? De eso tan bueno no dan, ni darán, tanto.

Y otra mirada para el mismo caso. La que corresponde al transporte pirata de pasajeros, que hace rato dejó de ser una bomba de tiempo para convertirse en esa triste realidad que cobra miles de vidas y lesiones de carácter permanente. Porque mientras hoy hay reducción de muertes por accidentes de tránsito (90 menos entre enero y marzo de este año, frente a los 1.637 levantamientos que hubo por esa causa en el mismo periodo de 2017) uno no se cansa de ver los riesgos que ruedan en las carreteras por parte de un parque automotor obsoleto y sin controles.

Ahí está patente la ineficacia del Estado, más el ejercicio criminal de empresas (fantasmas a veces; otras, no tanto) manejadas por inescrupulosos que solo tienen como propósito la plata, mientras desdeñan cualquier garantía de seguridad de sus usuarios.

Uno se pregunta: ¿cuál es la verdadera seriedad de las revisiones tecnomecánicas a que nos someten? ¿Dónde obtienen el visto buenos esos armatostes? ¿Han visto ustedes en las mañanas, por las principales vías del centro del Valle del Cauca, esos cacharros en los que muchas veces ponen a viajar personal que labora en el sector agrícola?

Pero, además, ¿quiénes son los que permiten que eso pase? ¿Dónde están los derechos de los viajeros? ¿Y dónde, los operativos de las autoridades para sancionar no solo a quienes facilitan ese servicio sino a quienes los contratan, con el único fin de ahorrar dinero?

A eso sumen ustedes los dichosos paseos en transporte pirata, en manos de propietarios o contratistas que no toman cuidado alguno de prevención. Porque, mientras a los conductores del servicio público formal intermunicipal e interdepartamental se les obliga a hacer prueba de alcoholemia antes de partir y algunas empresas (no todas, lamentablemente) hacen revisión permanente de sus automotores, centenares de vehículos se lanzan los fines de semana a la aventura de persignarse y arrancar, con contratos y permisos falsos. Con un dato adicional: es el domingo el día que mayor número de víctimas mortales y heridos tributa en calles y carreteras de Colombia.

Viajar en bus entre pueblos y ciudades en nuestro país (cosa que hago con suma frecuencia) sigue siendo cosa de locos. Por eso, a la par que el Gobierno anuncia medidas de urgencia, el Congreso debería meterle duro el diente a un asunto como este. Con la misma preocupación, senadores y representantes, que les despiertan a ustedes los retrasos en los vuelos que tanto afectan sus itinerarios. Porque no sobra recordarles que estos colombianos - de a pie, y de bus- también votaron por ustedes.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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