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Popayán, ciudad libro

Pudieron ser unas 30 mil personas. Quizás muchas más. Lo cierto es que el ‘Popayán ciudad libro’ superó todos los cálculos de sus organizadores, comenzando por los de asistencia.

11 de noviembre de 2018 Por: Víctor Diusabá Rojas

Pudieron ser unas 30 mil personas. Quizás muchas más. Lo cierto es que el ‘Popayán ciudad libro’ superó todos los cálculos de sus organizadores, comenzando por los de asistencia. Un éxito que vale mucho, más si se tiene en cuenta que era la primera Feria de esa ciudad.

¿Apenas la primera feria del libro de Popayán? Sí, esa misma pregunta me hice y le hice a Felipe García Quintero y a todo un equipo de la Universidad del Cauca, alma y nervio de una quijotada que no lo debería ser pero lo es.

No vale entrar a mirar las razones de tan larga postergación. Más bien, detenerse en esos, por momentos, ríos humanos que dejaron chico el auditorio de la Casa de la Moneda y una sala alterna en la que terminaron concentrándose los nada pocos que no cupieron en la primera.

Hubo gente, mucha, pero además dos propuestas que demuestran que la imaginación y la perseverancia, juntas, son fórmula perfecta, para los libros y para la vida. Bueno, qué más puede parecerse al valor de la vida misma que un libro, ¿cierto?

Y es que al lado de los autores invitados -entre otros: Olga Behar, William Ospina, Juan Esteban Constaín, Víctor Paz Otero, Santiago Vizcaíno, y de los grupos de música que remataron cada jornada- irrumpió una invitada de lujo. Sin permiso, además, porque habita aquí desde siempre, para darle un tono especial a esta cita. Ella, la poesía, en esta ciudad de poetas, de versos y, por ende, de imaginación.

Con esa especia (“sustancia vegetal aromática que sirve de condimento”, por si de pronto a mi corrector le asalta alguna duda), todo supo mejor aún de lo que ya de por sí saben las cosas en esta ciudad donde los monumentos a la gastronomía también seducen.

¿Y la perseverancia? La de quienes creen que vale la pena aventurarse por los caminos editoriales sin medir consecuencias. A eso, en cambio de llamarle irresponsabilidad prefiero denominarlo valentía. Vi tantos títulos -muchos de ellos sobre historia local y nacional- que no queda otra que lamentarse por lo tanto que circula y tan poco tiempo, espacio y recursos hay para dedicarle.

A ‘Popayán ciudad libro’ (bella redundancia), ya lo verán, habrá que buscarle más espacios para sus próximas ediciones. Menos mal le sobran. Es la Ciudad Blanca y seguirá siendo, en medio de las muchas angustias económicas y sociales, un lugar al que ni siquiera las palabras de sus mejores hombres, expertos en ellas, han logrado pintar en toda su dimensión. Como tampoco al departamento, esa región con la que Colombia entera sigue teniendo una deuda inmensa, que bien podríamos comenzar a pagar asomándonos allí para ver, por fuera y por dentro, muchas cosas que no se olvidan.

Sobrero 1: Hace largos cinco años, en junio de 2013, me llovieron aquí rayos, centellas y cosas peores por escribir: “Rybolovlev (actual presidente del Mónaco F.C., hoy en la mira de la justicia) es algo más que un coleccionista de arte, con Picassos y Van Goghs entre sus piezas de caza. Ese buen padre (le regaló a su hija la isla de Skorpios, donde vivieron Onassis y Jackie) y un hombre de negocios que, igual, acierta vendiendo medicina envasada en campos magnéticos (?) o acciones de bancos. No se sabe por cuál de las dos ha sido objeto de atentados y de acusaciones, infundadas parece ser, de asesinato. Bienvenido al club, señor Rybolovlev. Suerte Radamel Falcao”. Tiempo al tiempo.

Sobrero 2: Del asalto a mano armada de que fueron objeto los jugadores Sherman Cárdenas y Nelson Ramos en Bucaramanga, no sé qué me asombra más: que hayan sido presas de la delincuencia común, a pesar del prestigio de que gozan hoy en esa ciudad, fruto de una extraordinaria campaña del equipo local. O que, entre los dos, llevaran puestos encima 70 millones de pesos entre relojes y cadenas, un día de entrenamiento. Digo, además de todo, por el riesgo que eso supone.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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