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‘Pirámides’ y ‘mandalas’

No podía ser de otra forma: hace justicia el fallo del juzgado segundo administrativo de Popayán al negar las pretensiones de 73.611 personas que buscaban que los demás colombianos pagáramos sus fallidas empresas de hacerse más ricos gracias a las tales ‘pirámides’.

2 de julio de 2017 Por: Víctor Diusabá Rojas

No podía ser de otra forma: hace justicia el fallo del juzgado segundo administrativo de Popayán al negar las pretensiones de 73.611 personas que buscaban que los demás colombianos pagáramos sus fallidas empresas de hacerse más ricos gracias a las tales ‘pirámides’.

Y hace justicia, porque como bien dice Luis Guillermo Vélez, director de la Agencia Jurídica del Estado, la plata que estuvimos a punto de pagar (unos 20 billones de pesos, ¡qué tal!) “es la plata suya, la mía y la de todos los colombianos”, destinada “a la inversión social, a las carreteras, a la educación y a la salud de los colombianos”.

Aunque no estoy tan seguro de que esto último sea exactamente así, de lo que sí no me cabe duda es que, tal cual señaló el superintendente financiero, Jorge Castaño, cada cual debe ser responsable “sobre las decisiones que toma para la inversión de sus ahorros”.

Por supuesto que el Estado tendría que estar más al tanto sobre las empresas seudofinancieras que ponen en marcha estos timadores y cerrarles el paso antes de que sea demasiado tarde. Pero de ahí a que terminemos pagando justos por pecadores, hay un abismo, al que, por ahora, no nos iremos, gracias a la decisión de ese despacho. Y digo, por ahora, porque, en lo que atañe a lo judicial en Colombia, siempre hay una posible decisión contraria a una que acaba de proferirse.

Ya veremos qué pasa. Mientras tanto, y aunque el mismo súper Castaño nos recuerda que “el dinero no crece en los árboles, y de ese tan bueno no dan tanto”. las tales ‘pirámides’ siguen vivitas y tumbando.

Ahí está la última versión que se hace llamar ‘Tejedoras de sueños’, el bonito nombre que se les ocurrió ponerle. En el papel, son quince abnegadas mujeres las que se unen para dar lugar a esta bella pesadilla, con la que el aporte individual puede ser de cuatro millones 200 mil pesitos, hasta donde se sabe.

Luego viene un espectáculo medio circense y medio esotérico. Como no todas se conocen entre sí, las mujeres son citadas a última hora en redes sociales por parte de las avivatas de turno. Las espera allí un salón a media luz. En esa penumbra, se procede a dar el ‘regalo’ a quien ese día se consagra como agua, por parte de quienes representan el fuego.Todo revestido bajo el supuesto manto de ‘mandalas’ (“en el hinduismo y en el budismo, dice el diccionario de la RAE, dibujo complejo, generalmente circular, que representa las fuerzas que regulan el universo y que sirve como apoyo de la meditación”).

En ese instante uno podría cambiar de canal y ponerse a ver Sábados Felices, de no ser porque esto es cierto. Mejor dicho, aunque usted no lo crea, pasa en la vida real. No sé si la función incluye música de fondo de Richard Clayderman, pero, igual, es ahí donde comienza a esfumarse la platica de las más tontas, mientras la de las otras, muy listas, corre a multiplicarse en la misma proporción.

Pero, pongámonos serios. Esto de chiste no tiene nada. Primero, por lo que ya dijimos, hay víctimas contantes y sonantes. Y segundo (lo más grave), por el trasfondo cultural. Por parte alguna veo las tales afugias económicas que argumentan quienes me han confesado que fueron tumbadas tras incursionar en ese mundo del más acá. Por la otra, vuelvo a comprobar que la cultura al dinero fácil y la tentación a conseguirlo sigue siendo una constante en nuestra sociedad.

En consecuencia, sin posar de consejero, si te vienen con cuentos de ‘mandalas’, haz lo que dicta la razón: mándalas. A donde quieras, pero mándalas. Y si no, luego no digas que no te avisamos.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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