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Periodismo y resistencia

Ambos hacen noticias. Uno desde la radio. El otro, en la televisión. A punta de coraje y compromiso.

17 de febrero de 2020 Por: Víctor Diusabá Rojas

Yoiner es un negro inmenso. Éder, un chilapo (ni costeño ni paisa, más bien parte de ambos). Los dos andan a pasos grandes por una calle de Apartadó que hierve entre el calor de este verano y la humedad natural del Urabá. Pasan por incógnitos. Mejor así, dirán para sus adentros. Suficiente tienen con trabajar y jugarse el tipo en sus lugares de origen como lo que son, nada más que periodistas.

Yoiner viene de Vigía del Fuerte, a donde no cuesta imaginar que pocos colombianos irán algún día. Navegó en panga desde el amanecer, por ríos y caños cada vez más secos, en un viaje que le ha tomado todo el día.

Éder ha salido el mismo par de días que su colega. Lo hace desde el Bajo Cauca antioqueño. ‘Salir’, podría interpretarse como la simple acción de dejar su lugar de habitación para regresar después. Pero, como están las cosas en este momento allí, eso tiene otra definición.

Que lo diga el solo hecho de que mientras comparte experiencias con otros colegas de lugares apartados, la muerte ha vuelto a visitar su región, esta vez en Cáceres, para dejar otras cuatro víctimas que solo serán primera página en su noticiero, si es que a los autores de los crímenes no les da por recomendar mejor el silencio.

Ambos hacen noticias. Uno desde la radio. El otro, en la televisión. A punta de coraje y compromiso. Y tienen audiencias millonarias, si uno se toma el trabajo de entender que son la única voz de miles que no la tienen, o a los que se les prohibió tenerla.

Y hacen lo suyo con las uñas. O con los dientes de quienes no aceptan tragar entero. Sin más recursos que la imaginación y el talento.
Le dice Yoiner a la colega Ana María Saavedra (en la Guía Cómo narrar la justicia en Colombia, de Usaid y Colprensa, al que ambos fueron invitados a su lanzamiento en esa ciudad bananera por ser coautores de la misma):

“Yo me conecto desde mi computador, hacemos la transmisión en vivo por Facebook y YouTube y ponemos a que se reproduzca la misma por el canal de televisión local. Como no tenemos FM, utilizamos el perifoneo: cada uno de los muchachos se enlaza y se va por el pueblo con un parlante, replicando la información. Entonces así la gente que va por la calle tiene la opción de escuchar lo que está pasando”.

Esto no sería un juego de niños (que también lo es y que él, Yoiner, recompensa con útiles escolares que le dan sus anunciantes), si no fuese porque lo que hay en Vigía del Fuerte es la imposibilidad de una comunidad no solo a tener una emisora sino a lo más importante, a que sus habitantes se comuniquen entre sí.

Pero la emisora se evaporó, con equipos y todo. Nadie da razón ni chica ni grande qué pasó con ellos. Como tampoco la dan quienes prometieron que Vigía del Fuerte tendría otra mirada una vez la paz llegase (que sigue sin llegar del todo). Ojalá el Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones estudie la posibilidad de que el pueblo pueda volver a tener una estación de radio, entre otras razones para que sus gentes no sigan acalladas por los de siempre.

Con más de 150 mil seguidores de NP noticias (Nudo del Paramillo), en su canal de YouTube, Éder ya sabe lo que es emprender y hacerse lugar entre una audiencia que cree en lo que dice ese noticiero que él hace con otros colegas. Incluso, contra el seguimiento que hacen grupos armados ilegales a ciudadanos que comparten los contenidos de NP desde sus celulares. Ellos, los violentos, piden los aparatos en las arbitrarias requisas que hacen y escanean en las cuentas de redes sociales de los propietarios para saber a quién o a quiénes siguen. Luego, advierten. Después, quién sabe...

Yoiner y Éder, dos valientes, como tantos otros hombres y mujeres en las regiones de Colombia, dedicados a resistir desde un oficio que cada vez más se vuelve otra cosa.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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