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Periferia, no; provincia, sí

Este país está hecho hoy más que nunca de provincias. Tuluá, Girardot, Sogamoso, Caucasia, La Dorada, Soledad, Pamplona, Mariquita, y decenas más, son casos palpables.

2 de enero de 2019 Por: Víctor Diusabá Rojas

Ahora que tengo una nueva configuración de este país debería darme más vergüenza que orgullo. Y es que si bien soy hijo del centralismo por el mero hecho de nacer allí, he terminado por acolitar la distancia entre el centro y eso que con tanta distinción llaman en foros millonarios y dizque incluyentes, ‘la periferia’.

Peor aún es que en una parte de mi vida -cada vez más lejana- he cometido centralismo, ya sea desde la perspectiva del ciudadano de a pie que soy como (y eso es más imperdonable) en el ejercicio periodístico.
Eso, aceptar haber cometido centralismo y hacerme el pendejo es un mea culpa que no me salva ni me exime de las responsabilidades de taparme un ojo, y a veces los dos.

Quizás sí abone a mi favor el cambiar las salas de redacción por el contacto directo con la realidad, ya sea en el Bajo Cauca, el Pacífico, el Valle del Cauca o eso que mis amigos extranjeros llaman Los Andes, mientras abren los ojos como si vieran a dios, quizás porque Dios son Los Andes mismos.

Hoy, como lo saben los tres amigos que tengo en la vida y los muchos conocidos que me toleran, amo más este país de independencias hechas a pulso y mano alzada, capaces de construir su propio destino. Ese país que desconoce el aire capitalino, sin que a ellas, las regiones, les importe mucho.

Centralismo que no solo se practica desde Bogotá, como lo saben quienes en Cali, Medellín, Barranquilla, Cartagena de Indias, Bucaramanga, entre otras, padecen esos complejos de superioridad o de falsa suficiencia que les da el ser urbanos.

Este país está hecho hoy más que nunca de provincias. Tuluá, Girardot, Sogamoso, Caucasia, La Dorada, Soledad, Pamplona, Mariquita, y decenas más, son casos palpables. Aunque lo correcto, para satisfacer a los centralistas sería decir que “ellas también son Colombia”. Eso me sabe a migajas.

Pongo el ejemplo de Tuluá, porque la tengo cerca y, además, porque la vivo a diario. Tuluá es el epicentro de esta ‘Provincia’ del centro del Valle. Ahí, la ciudad (porque eso es hoy Tuluá: una ciudad pujante) ejerce su vocación de capital regional, sin perder el respeto por la autonomía de los municipios cercanos (Andalucía, Bugalagrande, Riofrío, San Pedro, Trujillo y otros de más al norte como Bolívar, Zarzal y Roldanillo).

Ciudades como ella decididas desde hace rato, pero más ahora, a ser centros universitarios y de innovación. Ciudades (ya no pueblos grandes), con propuestas concretas para dejar atrás el pasado y borrar el estigma que insisten en colgarles quienes poco o nunca van a visitarlas. Solo las miran desde sus lejanas cabinas de cristal.

Ciudades chicas con todos sus problemas y angustias, con sus desafíos y sueños, con sus limitaciones presupuestales propias y los recortes que les caen encima. Pero a la vez, capitales regionales (junto a los municipios satélites con los que terminan haciendo alianzas tácitas) dispuestas a construir modelos de provincia que no son objeto de atención del centro. Aparte de cuando suenan como lucrativo negocio para convertirlas en despliegue mediático que luego solo ven ellos, los del centro que dice ser nacional.

Es la ‘periferia’ que, a punta de ponerle el pecho a la brisa del olvido, le apuesta al emprendimiento creativo con la tenacidad de quien sabe que no está dispuesto a rendirse. No las menosprecien, quizás ahí esté parte de la solución de este país que, como todas las soluciones, comienza en el microcosmos, en la dicha de lo local.

Sobrero 1: Gran oportunidad para Jeison Murillo en el Barcelona FC. Se la merecen el futbolista y el ser humano, ese hombre inteligente en la cancha y fuera de ella.

Sobrero 2: Feliz 2019, (aunque es quimera) con mucha tolerancia.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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