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Más pesos, menos derechos

Si nos atenemos a las siguientes cifras, recopiladas por el periodista Alejandro...

27 de enero de 2014 Por: Víctor Diusabá Rojas

Si nos atenemos a las siguientes cifras, recopiladas por el periodista Alejandro Rebossio, uno tendría todo el derecho a creer que América Latina ya cumple con el viejo papel, tantas veces aplazado, de ser protagonista del concierto internacional.Rebossio comparó cómo crecieron las economías de nuestros países entre 2002 y 2011, y aunque eso suena a viejo, no lo es. Los resultados los dio a conocer hace un año y los cambios que se pueden haber dado en los últimos 12 meses, por bruscos que resulten (verbo y gracia, Venezuela), alterarían poco el panorama general.El trabajo arrojó un top que encabeza Panamá, con un impresionante 8,2% de media anual, seguida de Perú (6,5%) , Uruguay (5,9%), Argentina (5,8%, dicen las cifras externas porque el kirchnerismo trepa ese indicador al 7,2%); y cierra el lote puntero República Dominicana, con el 5,5%.Luego siguen Cuba (5,4%), Venezuela (5%), Costa Rica (4,9%) Colombia (4,7%) y Ecuador (4.6%). Se preguntarán dónde anda Brasil. Está en la cola, con el 3,6%. Por supuesto una cosa es crecer 3,6% en Brasil y otra, 5,4% en Cuba. De hecho, la renta per cápita de Brasil es de 12.339 dólares mientras que la del segundo, Perú, es de 6.572 dólares, aunque ya quisieran brasileños de las favelas y peruanos de los cinturones de miseria que eso fuera cierto. A qué viene tanto número, dirán ustedes. A que, frente a tantos indicadores que tienen cara de esperanza, el capítulo del Informe Mundial de Human Rights Watch (HRW) 2013 nos aterriza: la mayoría de países de América Latina sigue ganándose el derecho a ser consideradas republiquetas bananeras, manejadas por tipos, y tipas, que darán para más escándalos, así como para una nueva generación de novelas sobre sátrapas.Sólo que con una diferencia. HRW la define a la perfección en su informe: “Hemos apreciado un incremento de regímenes autoritarios que mantienen una fachada democrática, pero donde esa democracia es una ficción, donde se celebran elecciones, a veces limpias, (…) en las que el partido que las gana, al comprobar que temporalmente constituye una mayoría , trata de perpetuarse en el poder, avasallando a la sociedad y a todos aquellos que no piensan como ellos e interviniendo rápidamente el poder judicial”.Y aunque enseguida pone como ejemplo a Venezuela y manifiesta temores por Ecuador, no cabe duda que cuando se escriba la historia de esta era de América Latina, habrá que aceptar que esa fórmula funcionó; hablamos de la de amarrarse al poder - a nombre propio o por interpuesta persona -, mientras se hace y se deshace, a la vez que se pone al ratón a cuidar del queso. Llamarlas “democracias autoritarias” es más que generoso.Pero me desvío del tema, lo más preocupante no es que HRW denuncie ese manejo turbio del poder sino que demuestra cómo la vida sigue siendo un tema de segunda categoría, en la medida en que la impunidad reina y es sobre ella que se pretende levantar una nueva sociedad. Por donde se le mire, un imposible.Son excepciones, Chile, Argentina y Ecuador. En cambio, la Guatemala que sufrió la carnicería de Ríos Mont; el Perú que lleva diez años a la espera de que muchos, no solo Alberto Fujimori, paguen los crímenes denunciados por la Comisión de la Verdad; y el México que ahora naufraga entre la ineptitud de Peña Nieto y la violencia privada entre malos y supuestos buenos, son caros ejemplos de que no somos capaces de escapar a un sino trágico.Y ahí también, nosotros. Con las Farc y el ELN, por un lado, y los paramilitares (como los sigue llamando HRW) por el otro, apuntando y disparando contra la población civil, mientras la ley de víctimas no cuaja lo que prometió ser.En resumen, América Latina es hoy la cara de muchos pesos mal repartidos y la cruz de un mundo sin derechos. Bienvenidos al pasado.

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