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Más allá de los 90’

Con contadas excepciones, la literatura del fútbol es ríspida, tal cual llaman los comentaristas de ese deporte a los equipos que tiran la pelota de punta y para arriba. Millonarios, por ejemplo.

18 de junio de 2018 Por: Víctor Diusabá Rojas

Sobrero, por delante: A quien haya ganado las elecciones de ayer -lo que desconozco a la hora de escribir esta columna- solo queda recordarle una cosa: es  usted el Presidente de todos los colombianos.

Ahora sí, la columna de hoy.

Con contadas excepciones, la literatura del fútbol es ríspida, tal cual llaman los comentaristas de ese deporte a los equipos que tiran la pelota de punta y para arriba. Millonarios, por ejemplo.

Menos mal hay felices excepciones. Las que dejaron Eduardo Galeano y Osvaldo Soriano. Y lo que han dicho sobre el balón Juan Villoro y Martín Caparrós. Eso en este lado de la cancha y de la lengua. Porque si uno se encuentra con ‘Fútbol contra el enemigo’, del británico Simon Kuper, entra aquel mundo que se esconde detrás del juego, el del poder.

Y es que, a partir del Siglo XX, la historia de la humanidad corre a la par de él. Debería ser al contrario, es decir, en medio de las convulsiones nada menores que rodean esta etapa de la humanidad, el fútbol podría ser asunto menor. Pero vaya usted a mirar cuánto significan, por decir algo, el Real Madrid y el Barcelona F.C., en la cotidianidad española (incluido el tema del independentismo); o River y Boca en esa olla a presión que es Argentina desde hace años; o Milán e Inter, en la Italia que desde hace mucho vuela por instrumentos; o aquí no más, en Colombia, con el tema de la Selección.

Entonces, escribir de fútbol y prescindir de la historia, como pasa muchas veces, es igual a preparar huevos rotos sin jamón. O chuleta, sin apanar. En cambio, poner todos los ingredientes es lo que uno encuentra en una obra hecha en casa: ‘Más allá de los 90 minutos, historias ocultas de los mundiales de fútbol’ (Intermedio).

Son 218 páginas que, para comenzar con un reclamo a los autores (Andrés Alba, David Torres y Andrés Rodríguez) resultan cortas. Porque a medida que uno avanza entre Benito Mussolini (visto además por la perspicacia de José Ortega y Gasset), los efectos de las conferencias de Yalta y Potsdam, y Getúlio Vargas y el Brasil de puertas para adentro, quiere más.

Y aún más, luego de recordar al ‘Manco’ Castro, campeón uruguayo en el 34 y a Leonidas, casi descalzo en 1938, que, además, vestía de blanco, a lo que renunciaron los brasileños después del Maracanazo. O evocar la revolución de los taches intercambiables, inventados por un tal Adi Dassler (junten las tres primeras letras de nombre y apellido), con los que Alemania se asentó sobre el barro el día de la final en el 54 y le sacó a los húngaros el título, con aquel 3 a 2 del milagro de Berna (¿ya vieron la película?, es más que fútbol).

“El juego son los 90 minutos, pero el fútbol es el mundo detrás de eso. Y aunque los más desprevenidos intenten reducirlo al campo de lo anecdótico, de trata de un universo repleto de sublimes e indeseables coincidencias, patrones inesperados y disrupciones inéditas que lo hacen un espejo de vida”, dicen Alba, Torres y Rodríguez. De acuerdo, pasa en la vida, como dice la cuña, tanto en lo individual como en lo colectivo.

¿Qué habrá sido, por ejemplo, del malhadado Loris Karius que un día pasó a la historia por anotarse en contra dos goles que significaron una Champions League al Liverpool? Más, allá, ¿a quién le importa hoy Karius? Y en lo macro, ¿cuántas y cuáles fuerzas se movieron en Inglaterra para permitir -y en la misma medida, para impedir- que el equipo nacional fuera al Mundial de Rusia, en medio de las complejas relaciones entre las dos naciones, tras el capítulo de espías y venenos?

Pero a ese planteamiento de historia, fútbol, contexto y buen escudriñamiento, el politólogo (Alba), el administrador (Torres) y el internacionalista (Rodríguez) le suman lo más importante. Como si estuvieran en la cancha, ponen el balón en el piso y juegan bonito con las letras, para placer de algunos de nosotros, tan entusiastas lectores como futbolistas frustrados.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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