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Los héroes silenciosos

¿Quiénes son esos mil y tantos hombres y mujeres que se han jugado enteros, segundo a segundo, para cumplir con la meta de salvar miles de vidas y, a la vez, mantener vivo un sueño?

27 de mayo de 2018 Por: Víctor Diusabá Rojas

¿Quiénes son esos mil y tantos hombres y mujeres que se han jugado enteros, segundo a segundo, para cumplir con la meta de salvar miles de vidas y, a la vez, mantener vivo un sueño?

Jamás lo sabremos. Hay muchas historias de carne y hueso en la lucha que se libra en las tripas mismas de Hidroituango que cada una de ellas da para escribir el diario de un héroe. Aunque si algo no tienen hoy ellos y ellas es tiempo para contarlas, en medio de sus febriles jornadas que comienzan faltando un cuarto para las cuatro de la madrugada y no terminan cuando la luz del sol se apaga.

Ya habrá tiempo de recuperar la memoria de esta odisea. Porque si no es por esa tarea colectiva de alcanzar, primero, la cota 410 del muro de contención y, ahora, la 420, estaríamos lamentando no sé cuántas consecuencias, comenzando por lo que más debería preocuparnos, posibles pérdidas humanas. Aquel mismo riesgo que algunos convirtieron en demagogia preelectoral, y otros, no menos mezquinos, en arsenal ideológico. Tranquilos, ya vendrán las investigaciones y se fijarán responsabilidades. Cada cosa en su momento.

Me quedo entonces con los rostros de esos trabajadores que merecieron primera página del diario El Colombiano la semana pasada. Entre ellos, y para comenzar, hay un hombre de aquí: Juan Carlos Llanos, el mecánico caleño que se marchó hace treinta años a hacer vida en Antioquia. Al igual que sus compañeros, Juan Carlos sintió, según se lo contó a la periodista Vanesa Restrepo, cómo las aguas del río Cauca le pisaban algo más que los talones, el día aquel en que comenzó esta pesadilla.

Ahí mismo, o en las horas posteriores, cuando los temores parecían desbordar las esperanzas, él pudo hacer lo que hicieron (con todo derecho, además) unos 200 de sus colegas, renunciar. Pero no, le valió más la preocupación por la gente de Puerto Valdivia y demás poblaciones, que su propia integridad. Tampoco pudieron disuadirlo las súplicas de su hija María Camila. “En la casa no voy sino a pensar todo el tiempo en lo que estarán viviendo mis compañeros. Mejor sigo trabajando para que terminemos lo que debemos hacer rápido y así conseguimos que todo el mundo pueda volver a su casa, sin el peligro el río se les vaya encima”. Otros como él (Wilfredo, bogotano; Luis Carlos, monteriano; Abelardo, santandereano; Yamid y Martín, paisas) nos dan lecciones de valor y solidaridad.

Eso es lo mismo que dicen quienes viven la emergencia. Me comunico con Germán Sánchez, líder comunal de la región y más cacaotero que una mazorca. “Sí, son héroes silenciosos. No sabemos todavía cuánto les falte por hacer, pero de lo que sí estamos seguros es que han hecho lo humano y lo sobrehumano para poner a salvo a tanta gente”.

Como lo hacen otros. O mejor, otras. Heroínas agrupadas en ‘Mujeres de corazón’(Luisa, Yenny, Lina, Vanessa y más), un colectivo que ayer le plantó cara a los actores de la guerra y a los agiotistas del gota a gota con exigencias de respeto a los primeros y Grupos de Locales de Ahorro a los otros. En estas horas difíciles, ellas se multiplican para hacer chocolatadas y llevar cuanto elemento pueden para socorrer a los afectados que se han concentrado en los albergues. “Son bomberas que luchan contra todo tipo de incendios, y lo bueno es que saben cómo apagarlos”, dice Germán, mientras apunta, con el optimismo de quien ha visto pasar más que agua por su tierra, que “todo va a terminar bien”.

Y es que saber eso, en qué va terminar Hidroituango, vale más dejárselo al resultado de los trabajos y al paso del tiempo. Aunque si fuera por los rostros de esos héroes silenciosos, hay que llegar a la conclusión de que la fe seguirá moviendo esas montañas inmensas en procura del final feliz que todos (imagino) deseamos.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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