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La generación trágica

Mientras la muerte de Diomedes Díaz amenaza con tomar insospechado giro (el...

6 de enero de 2014 Por: Víctor Diusabá Rojas

Mientras la muerte de Diomedes Díaz amenaza con tomar insospechado giro (el vicefiscal Jorge Fernando Perdomo abrió investigación para esclarecer, a petición de familiares del compositor y cantante, si hay posibles causas de su muerte diferentes a un paro cardiorrespiratorio), una pregunta salta en el camino: ¿Acaso hay una generación trágica en la historia de la canción popular en Colombia?Hablo de cuatro nombres que marcaron la vida de este país desde sus particulares expresiones: Rafael Orozco, Jairo Varela, Joe Arroyo y Diomedes Díaz, contemporáneos del último medio siglo de vida del país, ese que siempre ponemos como ejemplo de los años más difíciles.Antes de entrar en materia, no voy a hacer ningún tipo de comparación entre ellos. Primero, porque no tengo autoridad musical para hablar en esos términos. Y segundo, porque no hay nada que me parezca, cómo decirlo, sí, eso, fascista, que pretender darle estatura intelectual -artística, sería lo más exacto- a un género frente a los demás. El vallenato es vallenato, la salsa es salsa, y lo de Joe es lo de Joe. Punto.Los cuatro nacieron en el paréntesis de casi una década. Orozco, en Becerril, César, el 24 de marzo de 1954. Joe Arroyo poco más de año y medio después, el 1 de noviembre de 1955, en Cartagena de Indias. Diomedes, qué causalidad, también año y medio después de Joe, el 26 de mayo de 1957, en la Junta, San Juan del César, Guajira. Y Varela, el mayor de la generación, cuando estaba a punto de despuntar la década, el 9 de diciembre del 49, en Quibdó.Cada uno tomó su camino frente a las propias dificultades, las remontaron a punta de una sola carta, la de talentos naturales que los hicieron maestros en su oficio, para convertirse en lo que son, símbolos de culturas diversas. Y luego cada uno, con el éxito en las manos, y no menos en la cabeza, hizo con él lo que a bien tuvo. Vinieron entonces los pedestales y los infiernos. La naturaleza humana, con sus más, pero sobre todo con sus menos, como en el caso de Diomedes.Puede ser una simple coincidencia, pero todos se marcharon muy jóvenes. Bueno, en el caso de Orozco, otros tomaron esa decisión por él. Y es ahí cuando uno puede sacar la conclusión que esa generación, con la que seguiremos tarareando quién sabe cuántos años, es el jamón de un sándwich, de otras dos que, en cambio, vivieron, y viven, de manera diferente.Hablo de esa del remoto pasado. La de Carlos Julio Ramírez, Víctor Hugo Ayala, Berenice Chávez, Julio César Alzate, Leonor González Mina La Negra Grande, Matilde Díaz, entre otros. Aquellos que cantaron por años y años, y sobre los que preguntamos, entre reverencia y temor, si aún son de este mundo. Aparte de Ramírez, un auténtico genio, que nació en Tocaima, Cundinamarca, en el 16 del siglo pasado, los demás son, con contadas excepciones, modelo 30. Y la otra rebanada de pan corresponde, por supuesto, a esa fresca y aún humeante con las que nos hemos hecho, aparte de famosos como tierra de artistas, jóvenes. Juanes, Shakira, Fonseca, Cabas, Cepeda, Fanny Lu… Marcas reconocidas en un mundo que las exige como tales. Hijos de nuestros difíciles tiempos, aquellos cuatro se marcharon antes, por distintas circunstancias. ¿De cuánto nos perdimos con esa generación trágica? (Bueno, si es tragedia morir antes de llegar a viejo y no por causa del deterioro natural) Sus sombras crecerán con el tiempo, sin que por eso dejen de ser, en blanco y negro, lo que fueron. Es que la historia sufre menos de amnesia, que nosotros, los mortales que la hacemos.

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