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Gracias, valientes

Esto va para esa gente frente a la cual este Estado, y nosotros mismos, pasábamos de largo.

22 de marzo de 2020 Por: Víctor Diusabá Rojas

Esto va para esa gente frente a la cual este Estado, y nosotros mismos, pasábamos de largo. Esa gente que importaba tan poco y en la que hoy depositamos la salud de los nuestros y la propia. Esa misma gente en las que confiamos las soluciones de lo que volvió a ser más importante (la vida en familia). Sí, con el personal médico a la cabeza, pero, además, esas tantas otras personas que en uso de sus profesiones, oficios y ocupaciones hacen menos penosa la situación de otros millones (nosotros).

Ya se los dijeron en China, Corea del Sur, Irán, Italia y España, entre otros. Y comenzamos a reconocerlo en Colombia. Por eso el homenaje de la noche del viernes, que tanto nos emocionó, a todos quienes dan la batalla por la salud. Ellos, quienes con coronavirus o sin él se juegan la piel a diario en faenas sin horarios ni calendarios. La mayoría de veces, sin los más mínimos recursos para hacer su tarea. Y que se la van a seguir jugando en este trance difícil. Ante lo que queda, o ante lo que viene.

Pero no son los únicos. Me detuve en eso la semana inmediatamente anterior mientras trataba de dar con un dispensador de antibacterial en Eldorado, tan urgente como escaso, no solo para los usuarios sino para quienes trabajan allí. Ellos, empleados y nada más de las aerolíneas, no podían aislarse en medio de focos de infección como son los espacios cerrados donde laboran. Ni de nosotros, ni de los objetos que portamos, que también son vehículo de transmisión del virus.

Ahora esa papa caliente la recogen sin chistar los empleados de los establecimientos públicos que estarán abiertos. Pasará en los supermercados y en las pequeñas tiendas. En las farmacias y en las estaciones de gasolina. En los sistemas masivos de transporte y en taxis, y con quienes trabajan con aplicaciones tipo Uber.

O con la Fuerza Pública. Y quienes andan puestos en primera línea, tal cual pasa con conductores de carga y sus ayudantes que no hacen pausa para que podamos abastecernos, como igual sucede con quienes los esperan en las centrales de abasto. Muchos de ellos han ido a los campos a recoger los frutos de la tierra de campesinos que se levantarán ahora más temprano que nunca para mandar a las ciudades lo que no puede faltar, la comida.

Y mientras nos guardamos en esta cuarentena, miles de empleados del sector financiero irán puntuales a levantar las persianas de los bancos para que el país tampoco se detenga en ese punto neurálgico. Y no olvidemos a los periodistas que salen a informar con responsabilidad y en función de servicio a la comunidad.

Al final del día, tras estar expuestos y solo cuando así lo permitan las circunstancias, ellos volverán a sus casas, a ver un rato a quienes aman, guardando, hasta donde puedan, las medidas de precaución para evitar contagios.

Igual sucede en su entorno más cercano, ¿ha pensado con cuántas personas van a tener que seguir relacionándose a lo largo de su jornada quienes hacen de porteros y vigilantes (más tantas otras vainas que les corresponden) del conjunto residencial en el que usted habita?

Si no es uno de ellos, o alguien de su familia no forma parte de ese ejército de valientes, póngase un momento en esos zapatos. Hágase entonces un propósito: antes que hacerles la vida más difícil, sea agradecido con ellos. Son sus trabajos y voluntades los que permiten que millones le hagamos el quite a este mal, mientras ellos no tienen opción diferente a mirarlo de frente y desafiarlo.

Ojalá el día que se cuente esta historia, la humanidad recuerde tanto que han hecho y harán estos valientes para ganar, desde donde la libran y a su manera, la batalla contra el Covid-19, como, no lo duden, sucederá finalmente.

Gracias a todos ellos. Aunque eso, las gracias y nada más, es poco por tanto.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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