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Esa consulta

Estamos notificados. La consulta antitaurina en Bogotá será el 13 de agosto de este año. Y desde ahora me permito anticipar, contra mi propio querer, que la vamos a perder.

21 de mayo de 2017 Por: Víctor Diusabá Rojas

Estamos notificados. La consulta antitaurina en Bogotá será el 13 de agosto de este año. Y desde ahora me permito anticipar, contra mi propio querer, que la vamos a perder.

Con tal derrotismo encima, para qué enemigos, dirá más de uno de mis queridos copartidarios del mundo de los toros. Déjenme decirles a ellos, si es que a esta altura no han decidido quitarme el saludo, que una cosa es admitir la realidad y otra, bien diferente, claudicar.

¿Cuál realidad? Esta misma, la de ser una minoría a la que ni siquiera se le reconoce como tal. Por supuesto que somos menos y, además, nunca hemos sido más. Ni lo vamos a ser. Incluso, después de que nos atacaron a mansalva y sobreseguro el 22 de enero en los alrededores de la Santamaría, es probable que más de uno de nosotros haya pasado a la fila de los vergonzantes. Cada uno es dueño de su miedo.

Aquel día del linchamiento, nadie dijo ni mú. O bueno, sí, el alcalde Enrique Peñalosa cuando decidió garantizar que se diera el resto de la temporada bogotana, no sé si con su satisfacción de que habíamos aprendido con sangre la lección de que no se va a los toros sin pagar las consecuencias.

Todo, dentro de lo dinámica que es la política. Porque si en algo han estado de acuerdo el propio Peñalosa y su antecesor Gustavo Petro es en pasar de malos espectadores a conversos. Ahora, juntos de nuevo, invitarán a votar sí a la pregunta de moda “¿Está usted de acuerdo con que se realicen corridas de toros y novilladas en Bogotá, Distrito Capital?”.

¿Cómo saldrá cada uno de ellos a cobrar su parte del botín? Peñalosa, en procura de ganar algunos puntos para su imagen en barrena. Debería saber él que los toros generan pasiones pero no hacen milagros. ¿Y Petro?: un argumento más en la miscelánea de propuestas de su campaña presidencial, con las que pretende demostrar que sí es capaz de transformar el país, lo que evidentemente queda a la vista, mi estimado elector.

Sin compartirlas, ni mucho menos, a mí me merecen mayor respeto las tesis de los que se autodenominan animalistas (ya lo dije un día aquí, yo también soy animalista, a mi modo). Podrán estar equivocados, pero quizás responden a sus convicciones, no al oportunismo de la politiquería.

Pero no solo vamos a perder la consulta por Pelañosa o por Petro, aparte de la responsabilidad que nos cabe a nosotros los taurinos en el triste momento que vive la fiesta de los toros. No es todo, quiero decir.
La perdemos en el seno de una sociedad muy ‘correctita’, esta de hoy, la misma que vota contra las corridas de toros pero a la que sería bueno ver si es tan contundente para pronunciarse sobre el castigo que merecen, por ejemplo, los abusadores de niños.

Esta sociedad, al menos en Bogotá, se levantará el 14 de agosto renovada, justa, libre de conciencia, henchida de orgullo por el adiós a la tauromaquia. Aunque el 14 de agosto sea un lunes como todos los lunes de la época que vivimos. Porque no son las corridas de toros el gran mal de este siglo, como no lo fueron del pasado ni tampoco del XIX. Y si lo fuesen, juro que sería capaz de pensármelo aunque sea una vez. Pero no, problemas -esos sí, serios- son los que tenemos y los que están por venir.

En fin, decidan ustedes en Bogotá lo que les venga en gana. Igual, tampoco vencerán porque (también lo anticipo) no alcanzarán el umbral que necesitan de un millón 880 mil personas. Entonces, los más de 35 mil millones de pesos que cuesta la consulta se irán a la basura.

Y si lo llegan a lograr, habrá algo que no podrán borrar jamás: la memoria de tantos y tantos años de la Santamaría, ese lugar al que mi padre me llevó de niño y en donde me quedaré para siempre.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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