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El gran capitán

25 de junio de 1978: Holanda quema los últimos cartuchos que ya...

25 de enero de 2016 Por: Víctor Diusabá Rojas

25 de junio de 1978: Holanda quema los últimos cartuchos que ya ni siquiera le quedan en la recámara. Argentina gana tres goles a uno y es apenas un suspiro en tres pitazos lo que la distancia de su primer título mundial de fútbol. Rafael Videla, el dictador, se ampara del frío con su abrigo de paño y de la infamia, con el ejército de gorilas que le guardan la espalda.Un locutor -¿quizás Víctor Hugo Morales?- narra la final. Escucho su voz ahogada por la emoción y la ansiedad del título a la vista. “Va Holanda… ¡Resta el gran capitán!”. Sí, ese, el gran capitán (que no es otro que Daniel Passarella) “resta”. El narrador no dice cómo lo hace, si de cabeza o yendo a los pies. O acaso empujando con el alma. Y comienzo por ahí, Mario Alberto Yepes, con esa anécdota quizás hueca o coja, pero sobre la que trazo una línea en el tiempo para decir que, antes que muchas cosas, usted fue nuestro gran capitán en Colombia y creo que se va a quedar siéndolo por mucho tiempo. No porque sea insustituible. No, nadie lo es. Usted tampoco. Pero sí hay una razón por la que, para comenzar, nos va a hacer falta es que esa condición, la de líder no se da silvestre en el jardín. Más bien crece desde las raíces del temple hasta hacerse jerarquía.De acuerdo, hoy esa cinta de capitán es otro cuento. Ser capitán de un equipo de fútbol (o de muchas cosas más) corre paralelo a la cuenta bancaria o a la fotogenia, sin cumplir con el primero de los mandamientos el fútbol: los brazos no se bajan jamás.Pero circunscribir la historia que el propio Mario Alberto cerró la semana pasada a su condición de capitán -de gran capitán- es mezquino. Mario Alberto pasará a la memoria del fútbol por lo que hizo en una posición, en un puesto llamábamos antes, en la que mejor se ve el fútbol propio y el ajeno. Si la sabiduría del médico Gabriel Ochoa Uribe dijo una vez que los equipos se arman con un buen arquero como punto de partida, habría que decir, sin contradecirlo, que es ahí, en la posición del 2, desde donde se ordenan los equipos. Y usted, Mario Alberto, los supo ordenar.Sin ser, quizás, el mejor central de la historia. Cuando la película de nuestro fútbol, de los 60 para acá, deja rodar los nombres de Óscar López, Julio Édgar ‘Chonto’ Gaviria, Miguel Escobar, Henry Caicedo, Nolberto Molina, Andrés Escobar, Iván Ramiro Córdoba (esos son los míos), llego a una conclusión: en efecto, Mario Alberto Yepes no fue el mejor, pero sí quizás el más completo.¿Por qué? Porque tuvo la inteligencia para pensar como delantero (de donde surgió) para operar como defensor. Porque la falta de velocidad de la que a veces adoleció, la supo remediar con una ecuación casi perfecta para resolver tiempos y espacios. Porque se hizo respetar en la cancha a punta del mismo respeto que tuvo por sus rivales y por sus compañeros. Porque siempre tuvo corazón para ir al frente. Y por eso otro, por la ascendencia natural.Jugó Mario Alberto en algunos equipos que me despiertan animadversión por razones históricas. Uno, por supuesto, River Plate. El otro, Milán, también rico y ostentoso. A pesar de eso, un hombre como usted fue capaz de hacer que uno, hincha pasional, relegara eso a la trastienda y soñara con verlo vestido con otros colores, lejanos quizás a sus pasiones. Ya no hay oportunidad de verlo en Independiente Santa Fe. Usted ha dicho adiós. Como los grandes: en el momento ideal y por cuenta propia. Felicidades en lo que sigue, Gran Capitán.

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