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El ‘Delirio’ del cine

En el cine nunca se sabe dónde terminan las cosas. No solo...

17 de marzo de 2014 Por: Víctor Diusabá Rojas

En el cine nunca se sabe dónde terminan las cosas. No solo en las tramas, sino en el negocio mismo. Miren no más cómo ‘Dallas Buyers Club’ pasó de ser un proyecto al que 86 veces le tiraron la puerta en la cara, a convertirse en la película que perdurará en la memoria, entre otras, por los fantásticos papeles de Matthew McConaughey y de Jared Leto. Y digo eso de que se sabe cuál es el principio pero jamás el final, a propósito de ‘Ciudad Delirio’, la película, que acaba de presentarse en el 54 Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, nada menos que como función de apertura. Por supuesto, ya llegarán las calificaciones de quienes saben del tema, con sus respectivas dosis de sapiencia y de antropofagia. Aunque, claro está, me mojo: ‘Ciudad Delirio’ es una comedia romántica musical divertida, con algún tonito a ‘Fama’ (¿recuerdan la serie y la película de 1980) Eso sí, con una madura (y cada vez más bella) Carolina Ramírez, quien junto a una revelación llamada Ronald Sevillano (el extraordinario bailarín que resultó actor de talla) sacan cuerpos de distancia al guión, previsible hasta más no poder. ‘Ciudad Delirio’ es, como bien dijo mi admirado Jorge Enrique Rojas, una película para ver y bailar.Y ahí radica su mensaje intrínseco, que no es otro que el del propio cine. Resulta que mientras ‘Delirio’ puede ser para algunos en Cali, y en el Valle del Cauca, un cliché; o un orgullo, para los demás, resulta fascinante verla con ojos de afuera. Y no para borrar una realidad sino para encontrar otras que corren por nuestras calles: las del talento, las de la superación, las de la alegría, las del encantamiento. Porque mientras en ese cine bajo las estrellas en la Plaza de la Aduana, veía el gesto adusto de algunos paisanos a medida que la cinta caminaba hacia el final edulcorado, un extranjero meneaba la silla, a lo mejor preguntándose si ese lugar, en el que los sueños son posibles, existe.Veinticuatro horas más tarde, esa misma magia del cine, me puso en la otra orilla. También a cielo abierto, rodó ‘La jaula de oro’. Jugué entonces ya no como local sino de visitante. Esta película mexicana, dirigida por Diego Quemada-Diez, es una joya hecha con actores naturales, en la que uno se monta en el tren sin regreso de tres muchachos guatemaltecos que buscan alcanzar el sueño americano. ‘La jaula de oro’ me pareció el grito más profundo de cientos de latinoamericanos que mueren en el intento.Ahí viví de nuevo la escala de las realidades. Porque mientras Quemada- Diez lo llevaba a uno abordo de la sin salida hasta el Río Grande, para mexicanos que estaban a mi lado eso era lo sabido y resabido. Nada más que un cliché. En esa medida, concluí, menos mal no topé con un polaco cuando vi ‘Ida’, dirigida por Pawel Pawlikowski, porque me hubiese dicho si acaso hay sorpresa en que católicos echaran a los lobos a los judíos en la Segunda Guerra Mundial (solo por no ser católicos), o con un rumano que me preguntaría si luego en Colombia (como sucede en ‘La postura del hijo’, dirigida por Calin Peter Netzer), no hay quien, con mucho dinero, trate de sacar a su hijo del hoyo, culpable de atropellar y matar a un niño en una carretera. La conclusión: solo vemos lo que queremos ver. Pregúntenselo al cine. Sí, ‘Ciudad Delirio’ puede ser un cliché, solo que más para nosotros. Pero ´Delirio’ obra y película, más aún de puertas para afuera, son parte de esa Cali que soñamos.

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