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Aire libre

Un festival literario como el sexto ‘Oiga, Mire, Lea’, que comienza mañana en Cali, tiene el encanto de la diversidad, esa otra cara de la libertad.

30 de agosto de 2020 Por: Víctor Diusabá Rojas

Un festival literario como el sexto ‘Oiga, Mire, Lea’, que comienza mañana en Cali, tiene el encanto de la diversidad, esa otra cara de la libertad. Más ahora, en tiempos de autoritarismos, obligadas distancias, aislamientos, cuarentenas y tapabocas. En fin, de maldito (y necesario) encierro.

Entonces, es cuando (y esto que viene es más que arbitrario, pues ellos hablarán de otros temas) volvemos a escuchar de Javier Cercas, en ‘Soldados de Salamina’: ...sentí que sus brazos enormes me estrujaban y que los míos apenas conseguían abarcarle, me sentí muy pequeño y muy frágil, olí a medicinas y a años de encierro y de verdura hervida y sobre todo a viejo, y supe que ése era el olor desdichado de los héroes.
Y de Manuel Zapata Olivella, más vivo que nunca, en ‘Changó, el gran putas’: Persistían en sobrevivir alimentando los gusanos de la pierna ya separada de la sangre, el ojo lleno de visiones con los hijos y mujeres abandonados en la aldea incendiada.


Y de Gioconda Belli, en ‘Abandonados’: Nadie puede predecir el pasado / cuando ya quizás no somos los mismos, / cuando ya quizás hemos olvidado / el nombre de la calle / donde / alguna vez / pudimos / encontrarnos / (Abandonados)

Y de Miguel Torres, en ‘El crimen del siglo’: Porque el que va a matarlo soy yo, le soltó a quemarropa, como si las palabras le ardieran en la lengua. Al astrólogo se le agrandaron los ojos detrás de los lentes (...) Usted no es capaz de matar una mosca, Juan, como si no lo conociera. ¿De dónde sacó semejante disparate?

Y de Yolanda Reyes, en ‘Fantasmería’: Zumba el viento por las rendijas, / se oyen suspiros, suenan cadenas. / Es noche cerrada, ¿quién será? / Son los fantasmas que vienen y van.

Y del, ese sí, joven Daniel Samper Pizano, en ‘Breve historia de este puto mundo’: Los teólogos afirman que el Verbo es Dios. Luego el Verbo ni siquiera es un Verbo, sino un sustantivo.

Y de Gustavo Álvarez Gardeazábal, en ‘Ana Joaquina Torrentes’: Y cuando la noche se volvió candela y de Ceilán no quedaba sino cenizas humeantes, el padre Obando, Ana Joaquina Torrentes y treinta y siete viudas, ochenta y nueve huérfanos y un olor a sangre y un olor a muerto y una bandera roja en las manos del bobo de La Pelusa, la chusma, los pájaros, dejaron de ser hombres para volverse sombras con las luces de la mañana.


Y de Héctor Abad Faciolince, en ‘El olvido que seremos’: Era una mañana luminosa y estábamos en el patio, al sol, mirando los colibríes que venían a hacer el recorrido de las flores. De un momento a otro la hermanita me dijo:
— Su papá se va a ir para el infierno.
— ¿Por qué? — le pregunté yo.
— Porque no va a misa.

Y de Juan Villoro, en ‘Arrecife’: Me dispuse a «tocarla» y a traspasar el límite. “La tortura de la esperanza», recordé. ¿De dónde venía esa frase? ¿La había dicho un ilustrado del siglo XVIII, un gurú, una galleta de la suerte, un comentarista deportivo?

Y de Juan Esteban Constaín, en ‘Una vieja historia’: “Por eso la peste siempre estuvo allí, desde la prehistoria. La peste como un hecho, como una realidad biológica, pero también como una metáfora, como una construcción cultural -una sombra voraz, un mito- que le recuerda a la humanidad su condición finita y transitoria, su fragilidad”.


Y de Guillermo Arriaga, en ‘Salvar el fuego’: “Maridos de amigas mías eran una pesadilla. Complicados, celosos, posesivos, controladores, misóginos, mediocres, huevones, vulgares, ausentes, desleales, depresivos, sucios, desarreglados, tontos”.

Y de Ricardo Silva Romero, en ‘Cómo perderlo todo’: “En enero, en la resaca de la Navidad, que es la peor manera de darse cuenta de que la vida sigue igual…”.


Y de todos los demás presentes que, mil disculpas, no alcanzan a caber en este breve espacio.

Todos, hechos palabras, páginas, artículos de prensa, fragmentos, o libros enteros (unos de ayer; otros, tinta fresca). Igual, aire libre para respirar, así sea en espacio digital. Y para recordar que seguimos vivos.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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