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Gobernar en tiempos de Covid

Qué difícil ser gobernante en tiempos de coronavirus. Tomar las decisiones correctas, en los tiempos precisos.

7 de abril de 2020 Por: Vicky Perea García

Qué difícil ser gobernante en tiempos de coronavirus. Tomar las decisiones correctas, en los tiempos precisos, priorizar la vida y ver cómo se hace para que las consecuencias económicas no terminen siendo tanto o más letales que ese bicho raro que ahoga, literalmente, al mundo.

Al presidente Iván Duque se le podrán criticar algunas de sus actuaciones, decir que se mostró tibio en las primeras de cambio o que el gusanillo del ego asomó la cabeza cuando vio que mandatarios locales y regionales le salieron al paso y decidieron antes que él coger al toro por los cuernos para defender a sus poblaciones de la embestida que se veía venir fuerte.

Hay que reconocerle que después de los primeros momentos de incertidumbre, normales cuando uno se enfrenta a un enemigo desconocido, se ha dejado asesorar y ha tomado las decisiones que se necesitan para preservar la vida de los colombianos aún a sabiendas de las implicaciones económicas y sociales que ellas traerán. Lo demostró el lunes en la noche cuando alargó hasta el 26 de abril las medidas de confinamiento obligatorias.

Si las disposiciones fueron las correctas se sabrá en unos días, cuando hayamos llegado al pico del contagio del Covid-19 y sepamos si le estamos ganando en número de vidas a ese perverso virus. Los colombianos tenemos la esperanza de salir lo mejor librados de esta emergencia, que los índices de mortalidad se cuenten en decenas y no en miles como lo hacen las naciones más afectadas, y que del golpe económico nos podamos levantar.

De lo que no me queda duda es que nos irá menos mal que a los Estados Unidos, y la razón es porque a ellos les tocó lidiar con Donald Trump como presidente. Para entenderlo, basta con hacer un recorrido por las frases que ha pronunciado o que ha escrito en su Twitter que para él es el espacio idóneo en el cual derramar toda su elocuencia.

Comenzó con aquel “lo tenemos controlado. No va a pasar nada”, que soltó el 22 de enero en el Foro Mundial de Davos; pasó luego por el “venía de China y prácticamente lo hemos parado”, que dijo el 2 de febrero al suspender los vuelos de ese país; o el “se irá en abril, cuando llegue el calor”, como vaticinó el 10 de febrero. En el entretanto, le restó importancia a la caída en las bolsas de valores y cuando la de Nueva York tuvo las peores pérdidas se atrevió a afirmar que “el coronavirus está prácticamente controlado. ¡Yo creo que la Bolsa va bien!”.

Para Trump, las críticas a su manejo de la pandemia fueron “el nuevo bulo de los demócratas”, resentidos según él por el fracaso del impeachment; mientras que a comienzos de marzo calificó de falsas las predicciones de los expertos: “Creo que el 3,4% (de muertes por Covid-19) es un número falso. Es solo mi intuición”. Mucho tardó el presidente de los Estados Unidos en aceptar que sí, que la crisis era real.

Al fin el 13 de marzo declaró la emergencia nacional, “dos palabras importantes”, como dijo durante la rueda de prensa, lo cual no le impidió criticar a los gobernadores de California y de Nueva York por decretar el confinamiento obligatorio: “No podemos dejar que la cura sea peor que el problema”.

El 4 de abril, cuando ya los números no dejaban lugar a dudas y en su país se contabilizaban 8500 muertos y superaba los 300.000 contagiados, al presidente Donald Trump no le quedó otro camino que reconocer la realidad: “Entre esta semana y la siguiente habrá muchas muertes”. Y así será, porque se calcula que las víctimas mortales serán entre 100.000 y 250.000.

Sí, ser gobernante y tomar las decisiones correctas en tiempos de coronavirus es difícil. Pero a Estados Unidos le pesará como a ninguna otra nación, que justo fuera a Donald Trump a quien le tocara lidiar con la pandemia.

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