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Privilegiar la vida

Uno no puede ser indiferente ante los hechos de horror que ha vivido Colombia en estas semanas.

25 de agosto de 2020 Por: Vicky Perea García

Uno no puede ser indiferente ante los hechos de horror que ha vivido Colombia en estas semanas. Duelen los cinco menores de Llano Verde, los nueve jóvenes de Samaniego, lo cinco colombianos del Arauca, los seis de El Tambo en el Cauca, los otros seis de Tumaco, los tres de antier en Antioquia, los frecuentes del Catatumbo. Son 48 masacres en este 2020 que dejan 182 personas sacrificadas.

Pasa igual con cada líder asesinado, con el crimen de cada mujer, con la muerte violenta de cada hombre, con cada niño abusado. Esta es la Colombia que parte el alma y que nos obliga a hacer lo necesario como Estado, como sociedad y como individuos para que hechos como esos nunca más se repitan. Mi solidaridad está con todas estas familias que sufren por sus seres queridos que les fueron arrebatados en esta insana locura.

El dolor de patria no es solo por esos asesinatos horrendos que, así suene redundante, son los que más duelen. Hay otros crímenes, como los que se cometen contra nuestros recursos naturales, que tampoco tienen explicación ni mucho menos justificación, y que así parezcan ínfimos frente a esa cruel realidad que hoy nos acongoja, son igual de desconcertantes.

Vivo en una comunidad que tiene el privilegio de estar rodeada de naturaleza, lejos del ruido de la ciudad y que reconoce la importancia de cuidar su entorno. Sabemos que si se rompe ese equilibrio sagrado, lo que se sacrificará es la vida misma.

Por eso hay batallas que nunca se pueden dejar de dar, como aquellas que nos permitan asegurar la protección de nuestro entorno ambiental, el de los ecosistemas que son el hogar permanente o de paso de especies únicas de fauna y flora, el mismo que nos provee del agua que tomamos usted y yo, no importa que vivamos a decenas de kilómetros de distancia.

Hace dos años y medio escuchando un clamor que llevaba décadas batallando incluso en los estrados judiciales, el Ministerio del Medio Ambiente definió la delimitación de las reservas naturales de La Elvira y del Cerro Dapa Carisucio, convirtiéndolas además en un corredor ecológico que interconecta los Farallones de Cali con las montañas de Yumbo, La Cumbre y Dagua.

El deterioro que presentaban los nacimientos de agua, la escasez cada vez más evidente de ese recurso y el apetito voraz de aquellos a los que solo los guía su afán de lucro personal, llevaron a tomar la decisión que frenó cualquier pretensión de construir en esa extendida zona de reserva, a la vez que determinó emprender las acciones necesarias para las restauraciones ambientales a que hubiese lugar.

Sin embargo, 30 meses después de la expedición de los decretos y sin que hasta la fecha exista una normatividad que determine lo contrario, se sabe que se está ejerciendo presión para que se reanuden las construcciones en parcelaciones cercanas a las zonas más críticas o que se encuentran dentro de las coordenadas de la reserva natural del cerro Dapa Carisucio y que bajo ningún aspecto deberían ser intervenidas. Los Morales, se llama una de ellas, con la cual la comunidad de Dapa lleva un largo litigio, con acciones de tutela falladas a su favor para que no solo no se autorice la construcción en los lotes vendidos si no que se emprendan las acciones de restauración ambiental a los que obligó la sentencia.

Hoy le pregunto a la CVC, al municipio de Yumbo e incluso al Ministerio del Medio Ambiente si se están haciendo respetar esos mandatos, si se están cumpliendo las disposiciones que existen o si hay la mínima posibilidad de que se permita construir aún a sabiendas del daño que se ocasionaría y de que ello echaría por la borda los años de trabajo para que nuestros nacimientos de agua, los ecosistemas que significan nuestra mayor riqueza y la vida que ellos albergan se recuperen y conserven como lo necesitamos.

No se entendería que se privilegie a unos cuantos particulares por encima del bien común.

Sigue en Twitter @Veperea

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