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Miedo

Si a uno le dicen que a 15 minutos de donde vive hay cientos de hectáreas sembradas de coca, que ahí está la razón por la cual están matando a tanta gente y que esa violencia ya toca a la puerta de su casa, se siente miedo.

20 de octubre de 2020 Por: Vicky Perea García

Si a uno le dicen que a 15 minutos de donde vive hay cientos de hectáreas sembradas de coca, que ahí está la razón por la cual están matando a tanta gente y que esa violencia ya toca a la puerta de su casa, se siente miedo.

Entonces uno se imagina el pánico de aquellos a quienes les correspondió la mala suerte de estar en medio de esa situación sin que lo buscaran, que no son partícipes ni se lucran de ella pero sufren las consecuencias porque los pusieron en primera fila frente al cañón. O se piensa en el temor constante de quienes sí están metidos hasta el cuello ya sea porque no tienen otra opción si quieren sobrevivir, ellos y sus familias, o porque la ambición les puede más.

Se imagina uno el regocijo de las organizaciones criminales que manejan el negocio del narcotráfico, las de siempre, es decir las guerrillas o las disidencias de las Farc, más las mafias locales o las venidas del extranjero que encontraron el vacío perfecto por el cual meterse para apoderarse de los espacios que quedaron sin dios ni ley.

Y las visualiza uno burlándose de todo y de todos porque no hay autoridad capaz de acabar con ellas, ni Estado fuerte para combatirlas, ni sociedad unida para presionar para que se le ponga fin a ese déjà vu que nos devuelve a los 80 y 90, la época más aciaga para el Valle del Cauca.

Es ahí, en ese momento en que la mente se aclara, en que se tiene la certeza de la gravedad de lo que sucede a escasos kilómetros de la vida de los caleños, que nos afecta a todos los vallecaucanos y que debería importarle mucho pero mucho más a la Nación, cuando se comprende que hay que hacer a un lado la indiferencia.

Porque de todos los males que le suceden a Jamundí, otra vez en el centro de las acciones del narcotráfico y de las mafias que pululan alrededor de ese negocio maldito, el peor de todos es, lo reconozcamos o no, que hemos sido indiferentes. Lo que sucede ahora en las goteras de Cali, no floreció de la noche a la mañana; es el resultado de bajar la guardia luego de lograr que se restableciera la tranquilidad en su zona montañosa, reducir a un mínimo las hectáreas de cultivos ilícitos y devolverle la esperanza a la gente.

Pero no, por la indiferencia no pusimos la debida atención cuando nos contaron que poco a poco aumentaban las siembras ilegales; ni atendimos el llamado de quienes decían que unos tipos raros con pintas de mexicanos rondaban por los alrededores; o que regresaban los enfrentamientos entre residuos del Epl, el Eln y los renegados de las Farc por apoderarse de ese corredor del Naya que significa la salida de las drogas ilícitas hacia el Pacífico.

Con ello no quiero desconocer la labor de nuestras Fuerzas Armadas, que ni en el pasado ni ahora han dejado de hacer presencia en el sur del Valle para defendernos de tantos malos y ejercer la soberanía. Pero no ha sido suficiente, porque hoy en la zona rural de Jamundí hay 1319 hectáreas de coca sembradas cuando hace tres años solo eran 61, y este año van 79 asesinatos, más de los que hubo en todo el 2019.

El problema es de orden público, pero tiene un trasfondo social que no se puede desconocer, como por ejemplo que apenas el 8,5% de la población tenga un empleo formal, o que Jamundí sea la segunda ciudad receptora de inmigrantes en el Valle, o que la corrupción se haya campeado impidiendo que los recursos públicos lleguen a donde se necesitan, negando oportunidades a sus 125.000 habitantes.

Por ello las soluciones son integrales, pasan por tener más presencia, y sobre todo más efectiva, del Ejército y la Policía; por brindar alternativas que permitan el progreso que se necesita, y por incluir a Jamundí en planes como el Programa Nacional Integral de sustitución de Cultivos Ilícitos y las Zonas Estratégicas de Intervención Integral, lo que hasta ahora no ha sucedido.

Porque mientras se pague a $3 millones el kilo de pasta de coca, y en una sola hectárea se coseche suficiente hoja de coca para producir 2,8 kilos del alucinógeno, la ecuación favorecerá a las organizaciones criminales, Jamundí estará a merced de ellas y Cali, a 15 minutos de distancia, estará igualmente amenazada. Por eso se siente miedo.

Sigue en Twitter @Veperea

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