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La batalla de los colores

Comienzo por aclarar que me pareció fuera de lugar, y aún más de tiempo, aquella jornada convocada hace 15 días por un pequeño grupo de ciudadanos caleños, y de la que se pegaron otros tantos políticos que ahora pescan en río revuelto a poco menos de un año de elecciones

13 de julio de 2021 Por: Vicky Perea García

Las paredes y los muros son el nuevo centro de batalla en Cali. Y es el propio Alcalde junto a algunos de sus funcionarios los que le echan más leña al fuego, sin que parezcan comprender que su papel debería ser el de conciliar posiciones, impartir el orden y, en primer lugar, gobernar para todos.

Comienzo por aclarar que me pareció fuera de lugar, y aún más de tiempo, aquella jornada convocada hace 15 días por un pequeño grupo de ciudadanos caleños, y de la que se pegaron otros tantos políticos que ahora pescan en río revuelto a poco menos de un año de elecciones, en la que se quiso borrar de un brochazo -gris para mayores señas- lo que había sucedido en Cali durante los últimos dos meses.

A mí tampoco me gustó ver a mi ciudad con tanto odio, destruida por los vándalos, sufriendo por la escasez, llorando por los muertos, más empobrecida y sumida en la anarquía a la que la llevó la falta de gobierno y autoridad. Pero esa ‘pintatón’, por mucho que quisiera mandar un mensaje de rechazo a lo sucedido y a quienes patrocinaron el caos, no debió hacerse entonces porque se sabía que no aportaría a las soluciones y solo generaría una mayor polarización entre la ciudadanía, tal como sucedió.

Pero tampoco estoy de acuerdo con la respuesta que le dio la Administración local: dejar que quien quiera, donde quiera y como quiera pinte cuanta pared, muro, puente o espacio público se encuentre a su paso. Porque así desde la Alcaldía aseguren que se trató de un acuerdo en el que se contó con el acompañamiento e intervención de colectivos artísticos reconocidos de la ciudad, que además se dieron los respectivos permisos -otorgados en tiempo récord, por cierto- y se definieron los lugares para hacerlo, lo que se ha visto es que cualquiera puede poner lo que le parezca en cualquier lugar de Cali y que el odio, la rabia, el rechazo a la institucionalidad y otra vez la lucha de clases es lo que se ve reflejado en buena parte de esos mensajes pintados.

Entiendo el valor que tienen como expresión cultural y popular el grafiti y los murales, tanto que cuando viajo a otras ciudades le dedico tiempo a visitar lugares donde predomina ese arte urbano. También sé que la libertad es esencial para que cumpla su cometido de transmitir el mensaje y el sentimiento del artista. Pero este tampoco era el momento para que en Cali se entregara esa patente de corzo. Que me cuenten qué mensaje positivo transmite lo que hicieron en el puente de la Autopista con 26, convertido en un adefesio por unos barras brava del América y rebautizado por ellos como ‘villa diablo’. O si ese ‘Paren el genocidio’ a la entrada del Túnel de la Primera aporta al apaciguamiento de los ánimos o al restablecimiento de la institucionalidad.

Para que se estimule el diálogo, haya reconciliación y se construya paz, que es en lo que justifica la Alcaldía esa intervención del espacio público, se necesita mucho más que permitir que se pinten unos murales. La rabia por las desigualdades o la falta de oportunidades tampoco se les acabará a los jóvenes a punta de hacer grafitis. Unir a todas las ciudades que convergen en Cali no se logrará borrando con brochazos grises ni echándole color a las paredes.

Mientras de Cali y la situación por la que atraviesa se quieran aprovechar los políticos de turno, de cualquier extremo que sea porque los hay de lado y lado; mientras se ahonde esa división entre el Oriente, la Ladera, y el resto de la capital vallecaucana; mientras la vida se mire en gris de rechazo o en color de protesta, Cali difícilmente saldrá de este abismo.

Y nunca se conseguirán esa reconciliación y paz por las que clama la ciudad, si a ello además se le suma una Alcaldía a la que se le olvidó que gobierna para todos más allá de su condición social o económica; que el espacio público por definición es de los ciudadanos en su conjunto y no se puede utilizar para tratar de levantar una imagen caída; y que imponer el orden -una de las tareas esenciales para las cuales es elegido un mandatario- es necesario para evitar el caos y la anarquía como los que han reinado en Cali en los meses recientes.
Sigue en Twitter @Veperea

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