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Transición

El de Iván Duque será un gobierno de transición. Un umbral entre el de un Juan Manuel Santos que se la jugó por un proceso de paz inconcluso y lo que podría ser el primer gobierno de izquierda en Colombia, o un nuevo gobierno en el 2018 que consolide los trabajos de Duque y Santos.

18 de junio de 2018 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

El de Iván Duque será un gobierno de transición. Un umbral entre el de un Juan Manuel Santos que se la jugó por un proceso de paz inconcluso y lo que podría ser el primer gobierno de izquierda en Colombia, o un nuevo gobierno en el 2022 que consolide los trabajos de Duque y Santos. Lo que suceda en cuatro años depende de lo que el nuevo Presidente haga y con quién lo haga.

Estas elecciones dejaron claro que a los partidos tradicionales, Liberal y Conservador, solo les queda el nombre y un par de caciques que en su infinita ceguera aún se creen poderosos. Las elecciones también demostraron que hay un altísimo porcentaje de la población colombiana hastiada del establecimiento y de la política tradicional, ávida de reformas, cansada de la corrupción y las maquinarias. Colombia está pidiendo a gritos un cambio y está en manos de Duque hacerlo o no.

Tiene la ventaja de ser joven y de llegar a la Casa de Nariño tras haberse proyectado como un simpático conciliador que entiende los retos del país y que busca unificar. Ese es su reto máximo: Colombia está rota y la diferencia entre un estadista y un político cualquiera, es la capacidad de construir un Estado donde quepan todos.

Recibe un país en el que si bien lo apoyaron diez millones de votantes, hay casi nueve que se negaron a hacerlo. Y su reto es saber gobernar para todos, los que votaron por él y los que no.

Se le viene una oposición férrea bajo la batuta de un Gustavo Petro crecido y triunfante tras obtener la votación más alta de la izquierda en la historia del país. Ocho millones de votos -ocho millones- son muchos votos. Y ese es su arsenal político. Petro es también un ganador de estos comicios porque ni él mismo imaginaba que llegaría tan lejos esta vez.
Tiene ahora curul en el Senado y multitudes en las calles. Bien podría dedicarse a ser lo que fue Uribe para Santos: un opositor incansable que puso en duda su gobernabilidad. Esto con un componente extra: ya Petro sabe que lo suyo es la calle, la protesta, la huelga.

Lo de Petro es un tipo de oposición nueva en el país. Incluso para el Presidente electo. Ya nos acostumbramos a la oposición mediática y twittera, pero llevar el descontento a las calles si bien lo hemos visto en paros como el agrario de 2016, ese país detenido no es la cotidianidad que podría ser bajo una oposición de Petro.

Duque tiene mucho por ganar, comenzando por un lugar en la historia como el hombre que logró ajustar la desmovilización de siete mil guerrilleros en el proceso de paz más viable que ha tenido el país con las Farc. O permitir que el uribismo con su sed de venganza y poder se ponga el futuro de Colombia de ruana.

Cuenta con un apoyo importante en el Legislativo y con el respaldo de diez millones de votos. Pero lo más importante es que ya es Presidente. Y en adelante sus decisiones serán suyas, no de quienes lo rodean. Es su momento en una patria ansiosa por revisar su historia reciente y escribir el futuro con letras de esperanza y cambio.

Ojalá cumpla lo que dijo en su discurso de triunfo: gobernar para todos con una nueva generación en el poder. Colombia lo está pidiendo.