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Sensatez

Un candidato a la Presidencia denuncia que de otra campaña pusieron a unas mujeres en traje de baño a repartir volantes con su nombre para desprestigiarlo.

7 de mayo de 2018 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

Un candidato a la Presidencia denuncia que de otra campaña pusieron a unas mujeres en traje de baño a repartir volantes con su nombre para desprestigiarlo. En esta época del #MeToo -y en cualquiera en realidad- usar a unas jovencitas a medio vestir para repartir publicidad política es torpe desde cualquier óptica. Luego, pensar siquiera que un político de la trayectoria de Vargas Lleras haría eso es absurdo. Pero absurdos son los niveles que ha alcanzado la contienda electoral. Absurdos y sucios.

La ultraconservadora Viviane Morales -otrora inexplicablemente miembro del Partido Liberal- se adhiere a la campaña de Iván Duque, el más joven de los candidatos. Y, de repente, ser gay, adoptar siendo gay, abortar o portar la dosis mínima, termina siendo asunto de debate nacional. Habíamos pasado ya por ahí, ¿no? Duque, hombre estudioso, prudente y juicioso, de repente termina maniatado entre la repugnante politiquería de antaño y el reto de ser lo que es: un político joven que sueña con construir un mejor país.

Las torpezas de esos dirigentes oxidados obsesionados con el poder que acompañan a Iván Duque, le suman votos a Gustavo Petro y amplían la incertidumbre sobre la verdadera independencia que tendría el candidato si llega al poder: ¿Podrá sacudirse Duque las larvas de la política tradicional? ¿Volveremos a una Colombia intolerante con los derechos de las minorías? Preguntas legítimas para un candidato a cuya campaña aterrizaron políticos como Viviane Morales y Alejandro Ordóñez.

A 18 días de la contienda se escuchan promesas radicales para acabar con los acuerdos de paz. Lo de siempre: desde una oficina en Bogotá o Cali es fácil decir que a los guerrilleros hay que mandarlos a que se pudran en la cárcel. Como si hubiera sido tan fácil. Recordemos que todos los presidentes de los últimos 50 años de Colombia trataron, de una u otra manera, de hacer un proceso de paz con las Farc, porque a punta de bala no pudieron. La guerra ya la vivimos, esta etapa del posconflicto es compleja, llena de retos, golpes y caídas. Pero es la posibilidad de un país distinto en el que los contrincantes discuten, como corresponde, pero no se matan.

De la Calle lo dijo: volver a la guerra sería espantoso. El exnegociador sabe que seguramente no será presidente, pero se juega su última gota de prestigio dejando esa advertencia que un país tan sordo no entiende, pero que a él lo ubica en el lado correcto de la historia: el de la búsqueda de la paz. No importa cuánto dure ese esfuerzo ni cuántas veces más toque volverse a sentar.

Tal vez Duque, en el silencio de su almohada, lo sabe y, entonces, si llega al Palacio de Nariño dejará callados a quienes creen que será un títere de esa política siniestra y anticuada y, quizá entonces, sí logra imponer la sensatez como proyecto político.