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¿Qué está pasando en Cali?

Donde se cuelan vándalos y anarquistas que suelen deslegitimar el sentido real de las voces. Hoy tenemos la oportunidad de construir una ciudad distinta, más incluyente, menos rota, más educada, menos segregada

3 de mayo de 2021 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

Está pasando lo que ya sabíamos pero nos negamos a aceptar durante tantos años: en Cali se ha cocinado, tristemente, una insatisfacción social que tiene varias raíces. Primero, en el narcotráfico de los años 80 que nos dejó la lamentable cultura de la plata fácil e inmediata y que dejó unas organizaciones de hampones regadas por toda la ciudad, listas para lo que sea. Y también, un montón de jóvenes caleños, educados en los mejores colegios y con las oportunidades del mundo en la palma de la mano, que confundieron los límites de la legalidad porque, al fin al cabo, lo que ha importado ha sido llenar los bolsillos, como sea. ¡Vaya ejemplo!
Segundo, Cali ha sido receptor de una migración desbordada y hambrienta de quienes le han huido a la guerra y a la miseria en el suroccidente colombiano y en Venezuela en los últimos tiempos. Y cuando usted le huye a la muerte y empaca a sus hijos a medianoche y sale corriendo, tiene un coraje en la sangre y en el pellejo que no tiene límites, que lo lleva a arriesgar su propia vida si es que eso le da alguna opción de sobrevivir.

Tercero, Cali ha tenido una élite política y empresarial que encerrada en la comodidad de sus propias fronteras invisibles no ha sido capaz de construir un proyecto de ciudad para todos, donde se valore y se estime el poderío multirracial de nuestra región, con un esfuerzo colectivo y poderoso que busque cerrar las brechas de la desigualdad a punta de educación. Aquí caben excepciones grandiosas como el proyecto Delirio que dignificó la salsa y que le ha dado oportunidades a miles de pelados y peladas que bien podrían estar en otros rumbos. Y para entender lo que estoy diciendo, no es sino recordar la lamentable foto de unas señoras elegantísimas, hace tan solo unos años, en una revista elegantísima, posando con las empleadas de servicio como si fueran esclavas. A un montón de gente le pareció normal.

Entonces, lo que está ocurriendo en Cali -o, más bien, el grito de protesta que sacudió las entrañas de Cali y, de paso, de toda Colombia- es la voz de gente lacerada por toda esa sumatoria de errores. Donde se cuelan vándalos y anarquistas que suelen deslegitimar el sentido real de las voces. Hoy tenemos la oportunidad de construir una ciudad distinta, más incluyente, menos rota, más educada, menos segregada. Este es el momento. Y empecemos por aceptar que mucho nos hemos equivocado.
Nota: Gracias por sus reflexiones a Lina Fernanda Buchely Ibarra, directora del Observatorio para la Equidad de las Mujeres del Icesi y a Hernando Llano, politólogo y profesor de la Universidad Javeriana.
Sigue en Twitter @vanedelatorre