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No más silencio

Desconocer lo que ocurrió es difícil a estas alturas. Hay pruebas por todo lado pero las sociedades no siempre están preparadas para asumir los horrores de su pasado.

22 de febrero de 2021 Por: Vicky Perea García

La película se llama Silencio en El Paraíso. La hizo mi amigo caleño Colbert García en el año 2011. Si no la han visto, por favor búsquenla. Es tan precisa como aterradora. Casi diez años después de su estreno, está más vigente que nunca.

Aquí en Colombia hubo -ojalá esté yo en lo correcto hablando en pasado- una maquinaria de terror, desde el ejército, que arrasó con la vida de miles de jóvenes que dejaron sus casas persiguiendo algún trabajo. He hablado sobre el tema con militares, madres de hijos desaparecidos, políticos del momento e investigadores y todos llegan a la misma conclusión: eran los años más atroces de la guerra colombiana, se les hizo necesario entregar resultados al precio que fuera, las medallas de los militares llegaban tras los muertos en combate y en medio de tanta sangre, fuego y delirio, se perdió la cordura, se borraron los límites. Y mataron a jóvenes inocentes. Buscaban a los más pobres y les ofrecían trabajo, la oportunidad de ganarse unos pesos en un lugar distinto a aquel en el que vivían. Los muchachos -y las muchachas porque, aunque menos, también hubo mujeres y niños- se iban con el nuevo amigo de la oferta laboral y cuando estaban ya lejos de sus casas, les disparaban. La práctica incluía vestirlos con camuflados y/o ponerles un arma encima para culparlos mejor de ser lo que no eran: guerrilleros.

Así, según la JEP, fallecieron en Colombia 6402 jóvenes entre el 2002 y el 2008, una cifra que sale, entre otras, de testimonios de los mismos militares que han confesado lo que hicieron. “Era un secreto a voces”, me dijeron dos militares que entrevisté ayer en Caracol Radio.

Desconocer lo que ocurrió es difícil a estas alturas. Hay pruebas por todo lado pero las sociedades no siempre están preparadas para asumir los horrores de su pasado.

Por eso me parece importante recordar la película de Colbert, porque las naciones solo cambian cuando todos se articulan en torno a sus verdades: no hay un niño alemán que no sepa lo que ocurrió en Auschwitz, y esa verdad y ese horror es un espejo frente al que los alemanes se paran aterrorizados para reconocerlo y no repetirlo jamás.
Lo tienen tan metido en su alma que lograron construir un futuro distinto sobre la base de semejante tragedia y hoy son casi una consciencia moral en Europa.

Los argentinos son también un buen ejemplo de lo que hace el cine, la música, el arte, el periodismo en la narración de las verdades. Los desaparecidos de Videla -la atroz dictadura en la que murieron entre 10 mil y 30 mil jóvenes entre 1973 y 1986- están cantados por Charlie y por Fito. Por eso es tan importante Doris Salcedo en Colombia, y Monos, otra gran película y, de nuevo, El Silencio en el Paraíso. Pero lo más importante es que seamos capaces de entender que las naciones se construyen también sobre errores y horrores y que solo conociéndolos -no negándolos más, por favor- podemos construir un futuro en el que todos caminemos con más ecuanimidad y menos tragedias de las cuales avergonzarnos.

Sigue en Twitter @vanedelatorre