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Los nuevos niños de las Farc

Ciento noventa y cinco bebés han nacido en los espacios en los que se encuentran agrupados oficialmente los exguerrilleros de las Farc, desde que se reincorporaron a la vida civil hace año y medio.

22 de octubre de 2018 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

Ciento noventa y cinco bebés han nacido en los espacios en los que se encuentran agrupados oficialmente los exguerrilleros de las Farc, desde que se reincorporaron a la vida civil hace año y medio. Ciento noventa y cinco niños y niñas que no hubieran nacido en los tiempos de las trincheras y las balas. Los habrían abortado o -muy seguramente- si hubieran nacido, los habrían entregado a sus abuelas para que ellas los criaran, como pasó con tantos a quienes sus padres no vieron por cinco, seis, siete años o más. Los años más tristes de la guerra colombiana.

Los niños de guerrilleras de las Farc durante el conflicto crecieron lejos de ellas. En la selva, en la guerra, entre los fusiles, los bombardeos y la violencia, no cabía la infancia. Por eso, que ahora, lejos de la manigua, estén naciendo esos infantes del posconflicto y -más importante aún- que estén siendo criados por sus padres en espacios sanos de convivencia, cuenta la historia innegable de un país distinto.

Ellos son los nuevos hijos de la paz. Son los rostros de la esperanza, de los retos de la implementación, de los sueños de sus padres que anhelan tener una vida distinta a la que tuvieron y cuya mayoría está trabajando para conseguirlo.

Son los hijos de una Nación que logró firmar un acuerdo que parecía imposible tras medio siglo de confrontación armada, aunque la implementación de esos acuerdos esté repleta de problemas y burocracias. Colombia está aún en ese proceso de transición para comprender que el futuro de esos niños -pero también de los hijos suyos y de los míos-, depende de cómo levantemos a esos menores, qué oportunidades les demos y qué tan dispuestos estemos a perdonar, olvidar y seguir construyendo junto a esa generación de la paz.

Escuchamos constantemente las críticas a la implementación del proceso de paz, el eco preocupante de las disidencias, los alaridos de la falta de recursos, los temores, las críticas -infundadas o no- que desesperanzan y angustian. Toda esa bulla nos está impidiendo escuchar el llanto de esos nuevos niñitos, las risas de sus caídas aprendiendo a caminar y las carcajadas de unas madres que, por fin, están teniendo la posibilidad de experimentar con sus propios ojos el valor de la crianza.

Una de las críticas más mordaces al proceso de paz ha sido la pregunta recurrente de dónde están los niños de las Farc: esos menores reclutados a la fuerza y que los guerrilleros prometieron entregar y nadie sabe en dónde terminaron. Algunos se reencontraron con sus familias, otros llegaron al Icbf, varios se fueron con las disidencias, ya adultos, y unos más se perdieron del registro de las autoridades. El Estado colombiano, en su obligación, debe encontrarlos. Pero, mientras tanto, valdría la pena preguntarse: ¿Qué están haciendo por estos nuevos niños de los exguerrilleros de las Farc? Los otros, ya no son niños.
Estos, en cambio, acaban de nacer -o vienen en camino- y llevan en su ADN la historia de un país que merece un destino distinto.