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Lo de antes

Hace 20 años, el 10 de marzo de 2000, llegaron los paramilitares del bloque Héroes a Mampuján, en el corazón de los Montes de María. Les dijeron a las 245 familias que allí vivían que los iban a masacrar como masacraron 20 días antes a los habitantes de El Salado.

11 de marzo de 2019 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

Hace 20 años, el 10 de marzo de 2000, llegaron los paramilitares del bloque Héroes a Mampuján, en el corazón de los Montes de María. Les dijeron a las 245 familias que allí vivían que los iban a masacrar como masacraron 20 días antes a los habitantes de El Salado. Los pusieron en filas: hombres, mujeres y niños, todos separados. Los amenazaron con decapitarlos, violar a las mujeres y reclutar a los niños, mientras los acusaban de ser auxiliadores de las Farc. Sucedió en esa tierra lo mismo que en tantos otros poblados de Colombia, que Evelio Rosero cuenta de forma magistral en su libro Los Ejércitos: unos y otros, armados hasta los dientes y decididos a acabarse mutuamente, acusaron a los pobladores de pertenecer al bando enemigo.

En Mampuján no había autoridad. La Policía iba y venía de vez en cuando. Las Farc llegaban a ratos, se quedaban o se marchaban. Se evitaban mutuamente. Los paramilitares eran un run run lejano hasta que llegaron a instalar una violencia atroz luego de la cual los pobladores tuvieron que marcharse. Esa fue la orden hace dos décadas: se tienen que ir. Ya no los vamos a matar, pero se tienen que ir, les dijeron luego de recibir una llamada en un celular que no se sabe quién hizo ni por qué.
Los más de mil habitantes se llevaron lo poco o nada que les pertenecía y pasaron de tener casas y cosechas a mendigar en las esquinas de poblaciones aledañas. En ese contexto de abandono y miseria, un grupo de 33 mujeres comenzaron a tejer las desgracias vividas, en coloridos tapices sobre los que caían sus lágrimas de desolación. Mejoraron la técnica gracias a una estadounidense llamada Teresa Geiser que llegó de El Salvador a enseñarles y así se fueron convirtiendo en las célebres tejedoras de Mampuján que recibieron, incluso, un Premio Nacional de Paz y que hoy cuentan su historia con la risa que la violencia no les pudo arrebatar y la esperanza que la vida, no se sabe cómo, les devolvió.

Su historia está tejida en colores. Sus dolores, dicen ellas, superados pero jamás olvidados. Sus victimarios, libres gracias al Acuerdo de Justicia y Paz. Su corazón, sanado, aseguran. Las mujeres de Mampuján perdonaron, reconstruyeron sus vidas y hoy viajan los fines de semana al pueblo del que salieron, a nadar en el río y a recordar con los ojos aguados la infancia que allí tuvieron y que la violencia por poco les arrebata. Cuento esta historia para recordar que a ellas y a todos, de una u otra forma, en este país la violencia nos ha mirado a los ojos.

Son tiempos de incertidumbre en los que la mitad del país aplaude la decisión del presidente Duque de objetar 6 de los 159 artículos de la ley estatutaria, mientras la otra mitad cree que volvemos al pasado. De fondo quedan varios interrogantes. El primero: ¿Cómo podría hacerse un próximo proceso de paz si cada tanto cambian las reglas de juego? Y segundo, más importante que cualquiera, ¿volveremos de nuevo a la agenda de guerra y paz cuando ya estábamos en la dinámica de denunciar escándalos de corrupción que importancia suprema?
Colombia ha cambiado. Y habían cambiado los titulares. ¿Volveremos a lo de antes?