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La vida sin olor

El amor, la amistad, la pasión, la admiración, la fascinación, la atracción, la vida, la lujuria, el gusto, la vida, la vida, la vida… tienen olor.

8 de febrero de 2021 Por: Vicky Perea García

Llevo más de un mes sin olfato. Es decir, un 20% de mis sentidos, no funciona. Y no se me ha despertado más ningún otro, como suelen decir que ocurre. No veo más, ni tacto más, ni tengo más sabor, ni escucho mejor, ni nada de eso: mi gusto está bastante averiado porque cuando uno no huele, poco sabe.

Cambié el café por té verde. Porque, ¿quién disfruta un café sin olor? Los colombianos estamos acostumbrados al aroma del café en las mañanas. Y si no huele… pues. No es lo mismo. Punto. Uno solo extraña el olfato cuando lo dejar de tener. Y solo cae en cuenta de que no lo tiene, cuando lo extraña.

Así con todo: no me huele el champú, ni el perfume, ni el alcohol. No distingo un quitaesmalte de una sopa. Y es una sensación extraña porque somos más olfativos de lo que pensamos. Porque damos por hecho que los olores nos fascinan o nos repugnan y un día nos damos cuenta de que no oler es distinto. Si no olemos, poco nos fascina o nos repugna. Cuando no olemos, nos damos cuenta de que extrañamos hasta los malos olores.
Y, es rarísimo, hasta triste, se va perdiendo, incluso, el gesto ese de ponerse algo que huela cerca, en la muñeca, para ver qué tal.

He sido siempre muy olfativa. Desde siempre tuve rinitis alérgica que limitó mi olfato y por eso me enamoré por primera vez cuando sentí el olor del otro. Cuando descubrí a lo que huele la piel. Cuando encontré ciertos olores. Me recuerdo desde siempre metiendo, literalmente, las narices en los recovecos, intentando saborear ese paraíso que se esconde en el olfato. En el cuerpo del otro. Como el protagonista del perfume. Siempre fascinada por ese algo tan extraño que emana de los demás. Cuando era más joven me tocaba irme de las fiestas porque me incomodaba el olor a reunión. Amé siempre las plazas de mercado porque el placer de la papaya con el limón y la yerbabuena me pareció sinigual y aprendí a limitar o extender mis afectos por las barreras que deja el placer -o no- de los olores.

El amor, la amistad, la pasión, la admiración, la fascinación, la atracción, la vida, la lujuria, el gusto, la vida, la vida, la vida… tienen olor.

Sigue en Twitter @vanedelatorre