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Compasión

Seis meses de pandemia; el horror en la puerta de la casa; cada noticia más preocupante que la otra; la incertidumbre del contagio de los niños, los abuelos aislados; lo que fuimos, tan lejos; lo que seremos, tan incierto.

21 de septiembre de 2020 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

Seis meses de pandemia; el horror en la puerta de la casa; cada noticia más preocupante que la otra; la incertidumbre del contagio de los niños, los abuelos aislados; lo que fuimos, tan lejos; lo que seremos, tan incierto; los amigos que no vemos; los amores que extrañamos; los lunes como si fueran domingos y los domingos un martes cualquiera.

Acabamos de pasar un tiempo horroroso que nos obligó a valorar lo elemental, lo básico, la voz al otro lado del teléfono y la tranquilidad de respirar bien. Y, de repente, se abrieron las puertas, volvió una libertad extraña, una calma mentirosa porque aprendimos a convivir con el miedo, sin los otros, con un dolor de cabeza constante y unas historias dramáticas que nos recuerdan que estamos vivos pero que, también, la vida se escapa como el agua entre las manos.

Volvimos a bailar, pero es un baile distinto. A reír en grupo pero es una risa distinta. A caminar bajo el sol y a ver carros pasar. Pero todo es distinto. Porque conocimos el miedo y porque ya sabemos con certeza y angustia que mientras estemos vivos podemos pasar de la risa al llanto.

No tenemos un día en calma desde hace un año cuando este país que siempre está alborotado comenzó a alborotarse más con las protestas de aquel noviembre. Hoy, repetimos. Porque las insatisfacciones están al dente. Porque las promesas fueron incumplidas. Porque miles de jóvenes sienten que aquí no hay oportunidades. Porque van 60 masacres este
año. Porque le dieron carne de caballo putrefacta a miles de niños en el plan de alimentación escolar. Porque se roban los impuestos que pagamos. Porque todo parece normal y es anormal. Porque la nuestra es una sociedad que no ha aprendido a escucharse y en la que todos pretenden tener la razón y la gritan en los almuerzos familiares.

Es un tiempo de una tensión extraña, ya con las UCI menos llenas pero las satisfacciones vacías. Es el momento en el que se necesitan liderazgos, mesura, sensatez y rumbo. Entender que la diversidad es parte elemental de la existencia y que usted se vuelve igual de radical a los que critica si pretende que todos piensen como usted.

Es un tiempo para entender que no todos tuvieron comida durante seis meses y que de cada 100 colombianos hay 20 o más sin trabajo. Es un tiempo para aplicar la compasión y comprensión que el tiempo amargo que acabamos de vivir, nos tuvo que haber enseñado. Es el tiempo de todos, de construir, entender, respetar y comprender que a millones de colombianos en estos seis meses les cambió la vida.

Sigue en Twitter @vanedelatorre