El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Cachetada

Las mujeres hoy no aceptamos que un marido, un jefe, un novio, lo que sea, nos maltrate. Quedan excepciones, claro, pero cada vez menos. Quedan algunas que aún permiten que el maltrato las ronde. Porque les da miedo, porque económicamente no son independientes, porque confunden amor con dolor. Por lo que sea.

27 de marzo de 2017 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

Parecen tiempos prehistóricos, pero en realidad no fue hace tanto. Tiempos en que las mujeres aguantaron casi todo: no votar, no ganar bien -la mayoría todavía gana menos que los hombres-, no tener poder, no poder alzar la voz, no poder reclamarle al marido sus excesos, borracheras o golpizas, no amar libremente, no asumir cargos públicos, no tener educación. Así crecieron casi todas las abuelas, bajo la batuta del marido -amoroso o no, qué importaba-. Lo aguantaron casi todo porque tenían derecho a casi nada.

Sigue siendo así, en múltiples aspectos y muchas sociedades. Pero nuestra historia ha cambiado -por lo menos en Occidente- y las mujeres que trabajamos parejo a los hombres, que queremos ser igual de influyentes y poderosas, que somos madres, amigas, esposas, empleadas por igual y en nuestras casas mandamos tal y como los maridos, sabemos que estamos pavimentando para nuestras hijas un camino menos espinoso que el que nos ha tocado recorrer y, sin duda, mucho más sencillo que el que recorrieron nuestras abuelas.

Las mujeres hoy no aceptamos que un marido, un jefe, un novio, lo que sea, nos maltrate. Quedan excepciones, claro, pero cada vez menos. Quedan algunas que aún permiten que el maltrato las ronde. Porque les da miedo, porque económicamente no son independientes, porque confunden amor con dolor. Por lo que sea. A todas ellas, nuestro apoyo y respeto, pero también la certeza de que las que decimos “no” seguimos de su lado, incluso si se dejan maltratar.

Por eso, y porque estamos cambiando el mundo, es cuestionable que Pablo Armero haya sido convocado por Pékerman a la Selección Colombia. El asunto no es de una segunda oportunidad. Obvio que la merece. Pero su convocatoria fue una cachetada a las mujeres y la pérdida de una tremenda oportunidad para recordarle a esta sociedad tan golpeada y confundida que aún nos quedan principios para inculcar y respetar. El lateral izquierdo, con su sonrisa maravillosa y su baile tan encantador, es un ídolo para tantos niños que sueñan con ser como él. Y en una sociedad en la que hasta criminales terminan convertidos en ídolos, evitarles esa confusión es una obligación moral.

No se trata de que Armero no vuelva a jugar con la selección. Ni más faltaba. Pero Pékerman, que tanto nos ha puesto a soñar y a sonreír unidos en lo único que nos une, el deporte -o, mejor, en el fútbol para ser más precisos-, debería saber que tiene una responsabilidad enorme con este país, con los 47 millones de colombianos que le agradecemos hacernos reír en medio de tanta desgracia. ¡Qué gran oportunidad perdió! Podríamos estar hablando de la grandeza de un argentino que nos dejó una lección inmensa.

En cambio, estamos hablando del matoneo al que sometieron a la colega Andrea Guerrero por hablar como mujer más que como experta en fútbol. Porque es tan machista nuestra sociedad que ni siquiera hay unanimidad en aceptar el error que cometió el flamante director técnico de la querida selección.