El pais
SUSCRÍBETE

Simetrías

Las cosas que se mueven, como gotas, proyectiles, vehículos, animales y, por...

17 de mayo de 2012 Por: Benjamin Barney Caldas

Las cosas que se mueven, como gotas, proyectiles, vehículos, animales y, por supuesto, el hombre, suelen tener simetría bilateral. Son simétricos a izquierda y derecha del eje del movimiento pero asimétricos adelante y atrás. Los  edificios no se mueven pero sus usuarios y visitantes sí. Entran, los recorren y salen a lo largo de su eje de composición. Eje que en la arquitectura hispanomusulmana, y en consecuencia en nuestra arquitectura colonial, se acoda generando sorpresas, y más aún cuando se lo combina con los remates propios de las composiciones axiales, y casi siempre tiene vanos y otros elementos que se repiten, como la prolongación de los pares de sus cubiertas formando aleros. Esta larguísima tradición arquitectónica, originada alrededor del Mediterráneo, comporta los tres tipos de simetría que reconocen los matemáticos: el reflejo de la mitad de la figura sobre un eje de simetría, como en una M; la mitad que rota 180º sobre un punto, como en una S, y la que se traslada lateralmente como en una serie: KKKKK (G. Szpiro, La Vida Secreta de los Números, 2009).Desde la antigüedad los más bellos edificios suelen ser casi todos simétricos pero con algo que la rompe y genera su belleza. Como lo saben los artistas plásticos, incluyendo los arquitectos, lo atractivo aparece cuando la composición se desequilibra intencionalmente. Es el caso de las pirámides, donde las de Kefren y Mikerinos están al mismo costado de la Gran pirámide de Keops; del Partenón, que se lo aprecia obligatoriamente en escorzo y hacia arriba al salir de los Propileos; del Coliseo en Roma, que por su planta ovalada es difícil ver de frente y cuyas ruinas son ya del todo asimétricas; de San Vitale, antes de que fuera destruido su atrio atravesado; de la catedral de Chartres, con sus dos torres tan bellamente diferentes; del Capitolio, en el que Miguel Ángel se cuidó de que sus tres edificios conservaran algo sus diferencias; e incluso en el Versalles de Luis XIV, la iglesia y la sala de opera rompen su simetría, pese a que como decía madame de Maintenon, su última favorita y esposa secreta, “con él sólo importa la grandiosidad, la magnificencia y la simetría”.El neoclásico, tan simétrico, lo es esplendorosamente cuando su simetría es una traslación, como el Altes Museum en Berlín. Pero en nuestras nuevas capitales del Siglo XIX con frecuencia sólo es ingenuo, y la indiscutible belleza del Capitolio Nacional en Bogotá, por ejemplo, se debe a la fuerte inclinación de la Plaza de Bolívar, en la que está emplazado, y que tan bien manejó Fernando Martínez en la acertada remodelación que le hizo hace medio siglo. Ya desde principios del XX los arquitectos modernos habían roto decididamente con la simetría, acercándose ¿sin saberlo? a las composiciones acodadas de la arquitectura hispano musulmana, como en la Bauhaus, el Pabellón de Barcelona, o la villa Saboye, y en toda de la obra de Wright, y después ya no habría nada simétrico en la de Aalto o Khan. Infortunadamente nuestros jóvenes arquitectos, tan dados a copiar imágenes espectaculares de las revistas, poco entienden la historia de la arquitectura y menos  conocen las matemáticas, y no saben usar la simetría y su subsiguiente disolución; lo suyo es puro desorden a la moda.

AHORA EN Columnistas

Columnistas

Oasis

Columnistas

Autocracias