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The Smiling Lombana

En esta columna haré un ejercicio novedoso que consiste en hablar de una película que aún no he visto.

15 de enero de 2019 Por: Santiago Gamboa

En esta columna haré un ejercicio novedoso que consiste en hablar de una película que aún no he visto. Y lo hago porque, en el fondo, de lo que quiero hablar es de las enormes ganas que tengo de ver el segundo filme de Daniela Abad, The Smiling Lombana, que será estrenado en todo el país este jueves 17 de enero.

Daniela Abad ya presentó credenciales con Carta a una sombra, exitosa primera película sobre su abuelo paterno, Héctor Abad Gómez, una estupenda reconstrucción fílmica y testimonial de la vida de ese médico valiente, asesinado en 1987, del que ya su padre, el escritor Héctor Abad Faciolince, había hecho la crónica literaria en El olvido que seremos.

A pesar del enorme éxito del libro, Daniela Abad logró en su filme darle a la historia un bellísimo giro muy propio y contarlo con una voz que es la suya, sofisticada, suave, agregando las palabras no sólo del padre sino de toda la familia, las cuales resuenan de un modo profundo y acaban por convertirse en metáfora abrasadora de la realidad del país en una época concreta, los durísimos años 80; también del modo en que la violencia se ensañó no sólo con quienes fueron violentos, sino también con la gente buena, con las familias buenas. Esa violencia injusta que irrumpió allá donde no fue ni fecundada ni evocada, y que por eso es tan inhumana. Tal parece ser el mensaje, entre líneas, de aquella película de Daniela Abad.

En The Smiling Lombana, Abad interroga la vida de su otro abuelo, el materno. ¿Quién era Tito Lombana? Por lo que he podido ver en la prensa previa, Lombana fue un hombre de muchas caras: un costeño de origen humilde que con los años se obsesionó por el dinero y la vida señorial; un talentoso artista que, entre otras cosas, hizo la famosa escultura de ‘Los zapatos viejos’ de Cartagena; también un gran seductor, un insaciable viajero y, a la mitad de su vida, un colombiano más que se dejó arrastrar por la fascinación de ese mundo oscuro que en los años 70 apenas estaba llegando a Colombia, y que golpeó con fuerza: el del narcotráfico.

Según he leído, la estructura del filme de Daniela Abad es la de un thriller: un gran enigma que poco a poco se nos va descubriendo. El misterio de ese abuelo intrigante que la directora vio sólo una vez en la vida, siendo muy niña, y del que luego su familia quiso borrar las huellas, o atenuarlas al menos.

Ver la película es vivir la íntima búsqueda de Daniela Abad por sus raíces familiares, ahí donde antes había una gran oscuridad, y acercarse un poco más a la historia de una ciudad, una región y un país, tocando la fibra de algo que está en lo profundo de la condición humana y que contiene varias de las preguntas más sencillas y a la vez esenciales: ¿Quién soy yo?, ¿de dónde vengo?, ¿qué es todo esto?

Repito que no he visto la película y que estos son los motivos por los que quiero estar ahí el día de su estreno. Y por ver cómo una joven y talentosa artista, Daniela Abad, al preguntarse por Tito Lombana e intentar desentrañarlo (su otra sombra, podríamos decir), nos ayudará a comprender mejor qué es, de dónde viene y por qué es así este enloquecido barco ebrio que es nuestro país, este país de sombras en el que nacimos y nos tocó vivir, y tal vez así podamos algún día, poco a poco, dirigirlo a un lugar menos turbulento y más apacible.

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