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Literatura y Martinis helados

Se dice que las últimas palabras de Humphrey Bogart fueron las siguientes: “Jamás debí cambiar el escocés por los Martinis”. Estos, al parecer, fueron su perdición, como lo fueron para tantos ebrios elegantes, pues tener una copa de Martini en la mano se convirtió en el símbolo del triunfo en el país de los triunfadores.

30 de agosto de 2017 Por: Santiago Gamboa

Se dice que las últimas palabras de Humphrey Bogart fueron las siguientes: “Jamás debí cambiar el escocés por los Martinis”. Estos, al parecer, fueron su perdición, como lo fueron para tantos ebrios elegantes, pues tener una copa de Martini en la mano se convirtió en el símbolo del triunfo en el país de los triunfadores. Pero el auge de este coctel corre con el siglo: un reinado que duró hasta los años 60, murió en los 70 y resucitó en los 80 con el gusto ‘retro’, la nostalgia de Elvis Presley y las películas de James Dean. Alguien dijo que el Martini era el único invento norteamericano tan perfecto como un soneto.

Ahora que la literatura vuelve a Cali a través del festival ‘Oiga, mire, lea’, dándole cita a muchos escritores y lectores, he pensado que las letras y los cocteles siempre han sido buenos amigos. Porque el arte se lleva bien con las bebidas del espíritu. “Cuando llegue al cielo yo le pediría a San Pedro que me lleve a conocer al inventor del dry Martini”, escribió William Buckley, “quisiera decirle, simplemente, gracias”. La escritora Dorothy Parker, genial y desobediente, dejó estos versos: “Me gusta beber Martinis / pero nunca más de dos; / con el tercero estoy debajo de la mesa / con el cuarto, debajo de mi anfitrión”.

¿Quién fue el inventor de este cóctel? Hay varias hipótesis. Una se lo atribuye a un famoso barman, Jerry Thomas, apodado ‘el Profesor’, nacido en New Haven, Connecticut, en 1825. Fue el barman del bar El Dorado de San Francisco, uno de los más célebres, y luego el regente del bar del Hotel Occidental, en la misma ciudad. En 1862, ‘el Profesor’ publicó su ‘Guía del Bar-tender’, un libro que tuvo un éxito inmediato y que fue reimpreso muchas veces, en el que incluía algunos inventos suyos como el Tom & Jerry o el Blue Blazer.

Pues bien, en la reedición de 1887 aparece por primera vez la receta de un coctel nuevo llamado Martínez. Martínez era un pueblo de California. Según la leyenda, Jerry Thomas habría inventado la bebida una tarde en que un viajero que se dirigía a Martínez le pidió que le hiciera algo especial. ‘El Profesor’ le habría dicho: “Muy bien, amigo, esto es algo que acabo de inventar para su viaje”. De Martínez se pasó a Martine, y de ahí a Martini.

La discusión sobre el coctel se suele dar con las medidas y las marcas. Una estadística en Estados Unidos reveló que la medida más aceptada es la de tres a uno: tres de ginebra por una de vermouth, pero esto puede irse hasta el súper seco, de siete a uno. El límite del Martini, sin embargo, es dos de ginebra por uno de vermouth. Menos ginebra es ya otra cosa y se conoce con el nombre de Gin and French.

En cuanto a las marcas hay quienes prefieren la ginebra Gilbey’s, o la Gordon’s. Churchill prefería el Martini con ginebra Boodles, que ya no se consigue sino en anticuarios. Álvaro Mutis, gran mezclador de Martinis, prefiere la ginebra Bombay Sapphire, que tiene diez aromas, y el vermouth francés Noilly Prat, que también Somerset Maugham consideraba indispensable. Hay una ginebra más dulce, la Boord’s Old Tom, que puede combinarse con vermouth Boissière, ideal para el paladar que prefiere el Martini no tan seco. La receta oficial es la siguiente: 5/6 de ginebra, 1/6 de vermouth dry, una aceituna o una arandela de limón. Se prepara en el shaker con cubos de hielo.

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