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Librerías londinenses

En tiempos difíciles, los verdaderos templos son las librerías. Escribo esto desde Londres, una ciudad de la que no soy asiduo y que conozco poco, pero cuyas librerías me tienen realmente impresionado.

9 de julio de 2019 Por: Santiago Gamboa

En tiempos difíciles, los verdaderos templos son las librerías. Escribo esto desde Londres, una ciudad de la que no soy asiduo y que conozco poco, pero cuyas librerías me tienen realmente impresionado. ¡Son un enorme océano! Las que he visto tienen espacios para leer, sillones cómodos y sofás, de modo que hay gente sentada ojeando, comparando una cosa con otra y, algunos, intensamente concentrados. La gran novedad es el último tomo de la saga biográfica del escritor noruego Karl Ove Knausgard, con el título global de Mi lucha, algo retador que llamó la atención y que, sumado a su talento para hacer la crónica de su vida, lo convirtió en un autor internacional. El último tomo de la saga, el sexto, se llama El final y tiene nada menos que 800 páginas. En la hermosa librería Waterstones de Picadilly Road hay pilares al lado de las escaleras, como para que no haya ninguna duda de hasta qué punto la librería apoya al autor.

También vi muy destacado lo último de la inglesa Margaret Atwood, y algo que los editores de todo el mundo están haciendo, que es reeditar libros importantes de su catálogo con nuevas tapas, de lujo pero a bajos precios. Penguin, por ejemplo, tiene una colección que se llama Folio, de grandes clásicos de la literatura. Todas las librerías a las que entré tienen en el centro una mesa con estas bellísimas ediciones, donde pueden volverse a comprar maravillas como Moby Dick, de Melville, o Historia de dos ciudades (probablemente el mejor principio de novela de todo el Siglo XIX), de Dickens, e incluso cosas más recientes como las obras de Dorothy Parker o Para matar un ruiseñor, de Harper Lee. Esto mismo, en español, ya lo está haciendo desde hace unos años la editorial Anagrama, que es una de las que tiene mejor catálogo en lengua española.

En la misma calle hay un verdadero templo. Es la librería Hatchards, que existe desde 1797, lo que quiere decir que por sus salones debieron pasar autores como Melville, Dickens o Wilde. Para los que puedan acercarse o planeen viajar a esta ciudad, está en el 197 de Picadilly. Y digo que es un templo porque no solo tienen libros nuevos de absolutamente todos los temas, sino también copias antiguas, primeras ediciones, a veces firmadas, de obras importantes. Encontré, por ejemplo, una primera edición firmada de El laberinto siciliano, de Lawrence Durrell, y hermosas ediciones de Faber de los años 60 de novelas de Graham Greene, William Boyd o Christopher Isherwood, libros que no conocía de Anthony Burgess e incluso una primera edición de Raymond Carver, cuya biografía leo por estos días. ¿Cómo salir de estos maravillosos lugares?

En el tercer piso de Hatchards encontré una imagen que parecía un fotograma de un film de Antonioni. Entrando por un corredor al salón de Novela Negra, vi unas hermosas y seductoras piernas femeninas, elegantemente cruzadas. Una mujer leía, muy concentrada, en uno de los sillones al lado de una ventana. Tenía una minifalda blanca y una camisa elegante. Su aspecto era el de alguien que trabaja en la banca y que, tal vez, al mediodía, viene aquí buscando tranquilidad y el amparo de algún libro. ¿Qué tenía en sus manos? El ser y la nada, de Sartre. Quedé deslumbrado. Si yo fuera director de cine, usaría esta imagen en mi siguiente filme. Una concentrada lectora que resultó ser la más seductora del mundo.

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