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La vida desde la muerte

En una entrevista concedida a la Radio Televisión Española en 1994 (es decir, con 67 años), un García Márquez algo melancólico, de mocasines blancos y sin medias, habla sobre la vida y el paso del tiempo.

21 de enero de 2020 Por: Santiago Gamboa

En una entrevista concedida a la Radio Televisión Española en 1994 (es decir, con 67 años), un García Márquez algo melancólico, de mocasines blancos y sin medias, habla sobre la vida y el paso del tiempo. Dice que la vida es la cosa más injusta que conoce, pues nos lleva indefectiblemente a la muerte, a la tragedia, sin que ninguno de nosotros haya pedido estar vivo. “¿Y qué le gustaría poder ver por un huequito?”, le pregunta la periodista, y García Márquez responde: “Me gustaría poder ver la vida desde la muerte”. Qué bella imagen y qué sugerente. Hay una película española que contiene esta misma idea. Se llama Mi vida sin mí y es la historia de una mujer que enferma de algo muy grave y, antes de morir, se encarga de que la vida que va a dejar sea ocupada por alguien de su propia elección.

Una de las preguntas que, para mí, sigue en el aire, tiene que ver con esto. ¿Cuándo termina la vida de un artista? Las creaciones en la vejez, ya alejadas del ímpetu de la juventud, ¿tienen la misma vigencia y fuerza? “Un hombre debe seguir su camino incluso en medio de la ruina”, escribió Sófocles en Antígona, y la verdad es que cada uno de esos caminos es diferente. Pero con el tiempo la edad de retiro de la vida cambia. Balzac murió a los 51 años, por ejemplo, y escribió más de 25 mil páginas geniales. Marcel Proust también a los 51, y nunca nadie ha dicho de ninguno de los dos que murieron jóvenes. Un siglo después, la percepción de la cronología se modifica y un novelista como Roberto Bolaño, que murió de 50, fue y será considerado siempre un escritor que se fue joven, cuando estaba en la plenitud de su talento.

La vida se alarga en nuestros días, esto es innegable, pero, ¿se alarga el arte también? Debo confesar que las últimas novelas de Vargas Llosa, escritas en edad avanzada, no me parecen ni el pálido reflejo de lo que fueron sus grandes obras, siendo la última de estas, en mi opinión, La fiesta del chivo, del 2000, es decir cuando él tenía 64. Pero ahí viene lo relativo, pues dicen que Tiziano pintó sus mejores cuadros pasados los 70.

Uno de los escritores más longevos del Siglo XX fue Ernst Jünger. Nació en 1895 y murió en 1998, a los 103 años de edad, lo que quiere decir, por ejemplo, que conoció a Hitler de soldado en las trincheras y murió tres años después de que, en Bogotá, fuera asesinado Álvaro Gómez. Vivió todo un siglo, prácticamente completo, y opinó y escribió con lucidez sobre él. Fue uno de los grandes protagonistas de la cultura alemana, antes y después del nazismo, y su última obra, La tijera, se publicó cuando tenía nada menos que 94. ¡Y es una muy buena novela! Mi opinión, de cualquier modo, es que Jünger es un caso excepcional, y que los duendes de la creación se distraen. Le pasó incluso a García Márquez.

La vida sigue, pero el arte se fatiga. Por eso me pregunto, ¿tiene realmente sentido esta obsesiva lucha contra el tiempo, contra el envejecimiento, contra la muerte, si las capacidades creativas cumplen también un ciclo que es imposible detener desde la ciencia médica? Ernesto Sábato murió de 100 años, pero en los últimos 30 prácticamente no escribió nada nuevo. Sin embargo, es posible que García Márquez ya esté mirando la vida por un hueco, desde la muerte, y creo que su consejo sería el mismo de Sófocles: andar el camino hasta el final, aún en medio de las ruinas.

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