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Evocación

Por lo demás, TTT (como Cabrera Infante llamaba a su libro) es una especie de Rayuela del Caribe: la novela de la deconstrucción donde muchas voces irrumpen desde diferentes ángulos; la novela hablada y oída

23 de junio de 2021 Por: Santiago Gamboa

Hoy quiero recordar una novela publicada en 1967 y que para mí es una de las más grandes escritas en español: se trata de Tres Tristes Tigres, del cubano Guillermo Cabrera Infante. A pesar de haberla leído por primera vez hace al menos 35 años, y luego releído una y otra vez por partes, siempre que llego a La Habana y recibo el golpe de viento marino del Malecón vuelvo a caer en sus páginas, en esa enloquecida noche habanera de 1958 en la que un grupo de amigos, aspirantes a escritores, hace un desesperado viaje hacia el fin de la noche, subiendo y bajando por el Malecón hasta agotar el tiempo perdido con sueños literarios y anhelos poéticos, en la que fue la primera novela escrita casi enteramente en ‘cubano’, esa modalidad sabrosa del español que incluye palabras juguetonas como ‘el rapao’, que es a la vez uno de los mil apodos del pene en jerga habanera y también la voz con que se pronuncia en la isla el nombre del poeta inglés Ezra Pound.

Cabrera Infante fue uno de los cultores del humor en el lenguaje. Uno de sus personajes hace una cita de André Yi, pero cuando los demás le preguntan por ese distinguido autor chino, él explica que es el autor de Los monederos falsos. Entonces le precisan: “No es Yi sino Gide, compañero”. Ellos pensando y hablando mientras que ella, la gran diva de la novela, cantaba boleros.

Por lo demás, TTT (como Cabrera Infante llamaba a su libro) es una especie de Rayuela del Caribe: la novela de la deconstrucción donde muchas voces irrumpen desde diferentes ángulos; la novela hablada y oída; la crónica desesperanzada de un grupo de jóvenes que busca un camino literario y artístico y para ello tienen un gurú al que admiran, que en Rayuela es Morelli y en TTT Bustrofedón (ambos, sin duda, beben de la fuente original, que es el escritor Purswarden de El cuarteto de Alejandría, de Durrell); y además, a través de la galería de personajes, ambos libros son la novela de una forma de vivir la ciudad, o de dos en el caso de Rayuela (París y Buenos Aires).

La Habana nocturna se abre en la novela con una cita cambiada de Lewis Carroll: “Y me preguntaba cómo se vería la luz de una vela cuando está apagada”. Cabrera Infante la interviene y queda así: “Y me preguntaba cómo se vería la luz de La Habana cuando está apagada”. La noche llena de luces y bares y preguntas que sólo los cazadores nocturnos encuentran e intentan responder, siempre un poco más allá, al fondo de la noche a la que los jóvenes artistas quieren llegar, sospechando tal vez que su objetivo artístico, como dejó dicho Rimbaud, está en la aurora.

Es la misma Habana a la que Cabrera Infante dedicó su segunda obra monumental y maestra, La Habana para un Infante difunto, otro juego de palabras (Pabana para un infante difunto, de Debussy), y que, como TTT, es también la historia de una pasión literaria, del erotismo que despierta la pasión por las letras y de cómo todo eso se vive en los luminosos callejones de una ciudad donde el hombre es anónimo y en el que alguien, ebrio y solitario por la avenida, se enamora de la seductora mujer que fuma en una valla publicitaria.

Queda por definir el papel de Cabrera Infante en el Boom, del que formó parte a disgusto. ¿Gustoso disgusto? En una entrevista sobre el tema, cuando se lo preguntan, cita a Groucho Marx y responde: “Include me out!”. Inclúyame afuera. Obra maestra.
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