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Bogotá, Feria del Libro

Este primer fin de semana que ya pasó hubo cerca de 300 eventos, de todo tipo. A mí me llamaron la atención sobre todo dos de ellos...

30 de abril de 2019 Por: Santiago Gamboa

Muchos eventos, mucha gente. Y mucha lluvia, claro, como siempre. La Feria del Libro de Bogotá se celebra tradicionalmente entre nubarrones y carreras de paraguas, saltando de un galpón a otro. Esto intensifica la sensación de muchedumbre y por momentos el andar entre los libros se hace lento, laborioso. Sobre todo en los dos enormes galpones de ofertas de Panamericana, donde se venden libros a partir de cinco mil pesos, lo que, claro, compite de forma irregular con los pabellones de las editoriales, donde se venden a precio normal. Pero según oí, las ventas en general van bien y, en lo que va corrido, las editoriales están logrando llegar a la cifra estipulada por día. Este primer fin de semana que ya pasó hubo cerca de 300 eventos, de todo tipo. A mí me llamaron la atención sobre todo dos de ellos. Dos presentaciones de libros multitudinarias, con filas de espera que llegaban hasta la salida del recinto ferial: Akelarre, de Mario Mendoza, y Memorias de un hijueputa, de Fernando Vallejo.

Mario Mendoza ya tiene acostumbrados a los lectores a su sistema de presentación, que él llama mostrar “la mesa de trabajo del escritor”, es decir las ideas e historias que tenía en su estudio para escribir la novela que presenta. Para ello se sienta a un lado del escenario, con su computador conectado a la pantalla, y va proyectando fotografías, que ilustran su discurso. Para presentar Akelarre habló del inicio de la llamada ‘ciudad gótica’ y la urbe industrializada por excelencia, el Londres de los siglos XVIII y XIX.

Por ahí andaba Thomas De Quincey y un tiempo después Jack el Destripador. Luego Sir Arthur Conan Doyle, padre del inspector Sherlock Holmes y, según estudios grafológicos recientes, sospechoso de haber sido Jack el Destripador. Mendoza habló también de autores franceses como Gérard de Nerval o Baudelaire, y de su necesidad de acudir a sustancias que permitieran indagar el interior de los hombres y conectar con otra realidad paralela: los ‘paraísos artificiales’ de Baudelaire. Y además, brujas medievales que conocían el uso medicinal y las propiedades de las plantas, la tradición de la noche de Walpurgis y el aquelarre, la gran fiesta pagana en la que brujas y brujos se unen en busca de su otro yo. Una verdadera clase de literatura y cultura que acabó con el anuncio de que esta será su última novela, pues a partir de ahora Mendoza se dedicará a la novela gráfica y al cómic, con el apoyo de su editorial, que abrió una división llamada Planeta Cómics, para dar el nuevo espacio de trabajo al que es, sin duda, su autor más exitoso.

Vallejo también hizo una presentación tradicional, en su peculiar estilo, aún si el moderador hizo esfuerzos por evitar caer demasiado en los temas políticos y nacionales, que son los preferidos de Vallejo para dar rienda suelta a ese personaje irreverente, grosero y burlón que, en el fondo, es el que el público espera y cuyos lances y atrevimientos la gente aplaude a rabiar. Esa mezcla de paisa atravesado y frentero con intelectual sofisticado y de humor punzante. Memorias de un hijueputa. Vallejo no anunció, como Mendoza, que dejaba la novela, pero sí que el tic tac de su reloj ya estaba cansado y que muy pronto dejaría de oírse, pues el final estaba cerca. Y así, dejó en boca de todos los asistentes al auditorio la idea de su propia muerte. Literaria, al menos.

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