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Arte poética

Escribir no es sólo mover los dedos con agilidad sobre un teclado...

4 de noviembre de 2015 Por: Santiago Gamboa

Escribir no es sólo mover los dedos con agilidad sobre un teclado y ver, al cabo de una jornada, que el número de páginas aumentó. Julio Ramón Ribeyro decía que aún en el balcón de su casa, con una taza de café y fumando un cigarrillo, estaba escribiendo, pues pensaba con intensidad en el texto que tenía a medio hacer. Pensar literariamente en algo ya es escribir.***Cada escritor inventa de nuevo la escritura y es, de algún modo, el primer escritor, pues la materia esencial sobre la que trabaja no es literaria. Ni la realidad ni el lenguaje, en su origen, son literarios. Lo literario es el modo en que él los percibe y los procesa para transformarlos en obra.***El hecho de que el universo pueda expresarse en términos matemáticos no quiere decir que este sea matemático. Lo mismo sucede con la realidad y la literatura.***Desear intensamente escribir una obra y desplegar los medios para lograrlo no es suficiente. Esto se suele llamar “vocación”. La vocación puede servir para dotarse del espacio de concentración, la disciplina y soledad necesarios, pero no basta para lograr una obra. Para hacerla se requiere de talento, ese extraño factor de la génesis artística que, felizmente, nadie ha logrado aislar ni explicar.***Quien no tiene talento es mucho más consciente de él que quien sí lo tiene. Igual que la salud o el dinero, son más conscientes de ellos quienes no los tienen.***El talento es antidemocrático, despótico, egoísta. Puede concentrarse todo en una sola persona y desdeñar a miles que lo anhelan, que darían la vida por tenerlo.***Hay personas que tienen talento y no lo usan, y esto es también un misterio. A veces por falta de disciplina y capacidad de realizar un esfuerzo sostenido. En suma, por falta de vocación. En estos casos, el talento solo tampoco es suficiente para crear una obra de arte.***El talento es tal vez el único bien que se derrocha al no usarlo.***Cada escritor, pues, es el primer escritor, y debe arreglárselas solo. Debe inventar el fuego y la rueda, descubrir la ley de la gravitación universal y la penicilina. Su fuego, su gravitación universal, su penicilina.***Hay escritores neoplatónicos más dados a la esencia intangible de la fantasía y la ficción pura. Los aristotélicos, en cambio, se apegan con fuerza a lo concreto de la memoria y a la autoficción.***El escritor debe convencerse de que el mundo literario que percibe está ahí y existe. Debe verlo, sentir su olor, escuchar sus voces. Luego debe escribirlo para convencer a los demás de su existencia.***Publicar lo escrito no es uno de los derechos humanos. Que alguien escriba algo no crea en los demás la obligación de leerlo.***Leer ensancha la experiencia. Lo leído pasa a formar parte de la memoria y la imaginación. Por eso leer es un modo de multiplicar en el tiempo, la geografía y la historia, la maravillosa sensación de estar vivos.***Se debe leer porque, al fin y al cabo, una vida es poca vida. Pero, ¿qué se busca al escribir? No conozco una respuesta mejor que la dada por Saúl Bellow al recibir el premio Nóbel: “El público inteligente espera oír del arte lo que no oye de la teología, la filosofía, la teoría social, y lo que no puede oír de la ciencia pura. Lo que se espera del arte es que encuentre e indique en el universo, en la materia y en los hechos de la vida, aquello que es fundamental, perdurable, esencial”.