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¿Palomas del hampa?

Lo de las palomas se me quedó dando vueltas. No puede ser que ese animal noble, símbolo de la paz, lo usen para cometer delitos. Decidí averiguar y me encontré con un colombófilo, es decir un enamorado de las palomas: Jaime Botero López.

5 de septiembre de 2021 Por: Santiago Cruz Hoyos

Al principio las noticias me causaron risa. Una de ellas decía que a dos policías de Cali los robaron en el Cerro de las Tres Cruces. La otra anunciaba que una paloma ‘mensajera’ había sido ‘capturada’ porque llevaba ‘cositas’ a la cárcel de Jamundí: un celular. Que a los policías los roben y que las palomas delincan dice mucho de lo que nos está pasando en Cali, pensé, ya no con tanta risa.

Lo de las palomas se me quedó dando vueltas. No puede ser que ese animal noble, símbolo de la paz, lo usen para cometer delitos. Decidí averiguar y me encontré con un colombófilo, es decir un enamorado de las palomas: Jaime Botero López.

Jaime nació en Manizales, pero se radicó en Cali. De las palomas se aficionó siendo un niño. Cuando su papá iba a la Plaza de Bolívar a charlar con un amigo o a tomarse un tinto, Jaime correteaba las palomas del parque. Columbus significa ‘paloma’ en latín. Philia traduce ‘amor’ en griego.

Cuando tenía 18 años, en la década del 70, Jaime conoció las palomas mensajeras. Él no sabía que existían. Desde entonces se dedicó a criarlas. Durante años fue secretario de la Asociación Colombófila Vallecaucana.

Cuando le conté la noticia de la supuesta paloma mensajera que capturaron en la cárcel de Jamundí con un celular y cachos de marihuana, y otra más en la cárcel de Cómbita, en Boyacá, y le mostré las fotos, también le dio risa. En ambos casos, me dijo, no son palomas mensajeras.

Las palomas mensajeras, explicó, se caracterizan porque siempre regresan a su palomar, es decir al sitio donde nacieron, o donde viven. Nunca van a ningún lugar. “Es imposible que le digas a una paloma mensajera ‘vaya a tal parte’ y te entienda”.

Cuando las palomas mensajeras son criadas, deben salir todos los días a hacer un ‘vareo’. Es un entrenamiento alrededor de la casa. Vuelan en círculo para que tomen estado físico y conozcan su entorno. Después, por ejemplo si el palomar está en Cali, se llevan en jaulas especiales a Jamundí, por decir algo, y se sueltan para que regresen al palomar.
Después se llevan más lejos, Popayán, Pasto, Ipiales, Quito, y se hace lo mismo: soltarlas para que regresen a su palomar.

La forma en que lo logran, como si tuvieran un gps moderno, todavía es un misterio. Los científicos saben que la luz solar influye (en días de lluvia no se sueltan a las palomas) y se sospecha que su ojo izquierdo está conectado a una fuente de magnetita en el pico que interactúa con las ondas magnéticas de la Tierra, del mismo modo que lo hace una brújula.
El vuelo más largo del que se tenga registro en Cali de estas aves es desde Ambato, Ecuador.

Entonces, me decía Jaime, la única manera de que una paloma mensajera descienda en una cárcel es porque vive ahí, y en las cárceles está prohibido tener palomares. La única vez en que eso sucedió fue en 1991, en La Catedral, de Medellín, donde estuvo recluido Pablo Escobar, dueño y amo de ese penal.

¿Qué explica entonces que hayan aparecido palomas en las cárceles de Jamundí y Cómbita, con celulares en sus lomos? Cuando vio las fotos, Jaime me explicó que se trata de palomas criollas, de parque. No mensajeras. Les amarran el celular y las tiran a los patios de las cárceles. Así el animalito aletea, cae sobre sus patas, y el celular no se daña.
Porque además es imposible que una paloma que pesa 350 gramos vuele con un celular amarrado en el lomo.

Cuando terminó su explicación, Jaime se escuchaba triste. Le molesta que este tipo de noticias se difundan sin aclarar que no son palomas mensajeras las que aparecen en las cárceles. “Esa desinformación daña la imagen de un hobby tan bonito”.

En estos tiempos de Internet a las palomas mensajeras no las usan como medio de comunicación, como sucedió en las guerras mundiales, que hasta las condecoraban como soldados. Le sucedió a Cher Ami, una paloma cuyo último vuelo se registró el 4 de octubre de 1918, salvando a un batallón perdido de la 77ª División de Infantería, bombardeado por sus aliados. El mensaje que transportó decía: “Estamos en el punto 276.4. Nuestra artillería nos está machacando. Por el amor de Dios, deténganse”. En la segunda guerra mundial se utilizaban camiones como palomares móviles.

Ahora a las palomas mensajeras las llaman ‘atletas del aire’. Los colombófilos las sueltan en sitios lejanos para que regresen lo más pronto posible a su palomar. Cuando eso sucede, dice Jaime, cuando está en su casa a las 5:00 de la tarde y ve el regreso de una de sus palomas desde Ecuador, por decir algo, siente una felicidad que le es difícil describir. Él cree que tal vez es similar a lo que sintió un aficionado al fútbol con el gol de Rincón a Alemania. Las palomas son fuente de júbilo, no animales dedicados al hampa, dice.

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