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Las otras pistas del estallido

Pero no solo la violencia determina el destino de los jóvenes en Cali y Yumbo. 87 de cada 100 viven en estrato 1, 2, y 3, lo que indica su situación social actual; 65 de cada 100 viven en estratos 1 y 2.

13 de junio de 2021 Por: Santiago Cruz Hoyos

El Observatorio Cali Cómo Vamos se ha dedicado a hacer un estudio profundo sobre la calidad de vida de los jóvenes en Cali y Yumbo, después de la pandemia del coronavirus. En tres entregas, el informe analiza asuntos como la pobreza, como la educación, como la salud y la violencia, y los datos, hasta ahora al parecer desapercibidos, se leen como pistas definitivas para terminar de entender el estallido social que ha vivido Colombia desde el 28 de abril de 2021, cuando comenzó el Paro Nacional y millones de jóvenes salieron a las calles.

Es cierto, por ejemplo, que a los jóvenes los están matando, así algunos usen la frase en memes que pretenden burlarse del llamado que se le hace a la comunidad internacional para que le ponga atención a esa masacre. Según el informe del Observatorio Cali Cómo Vamos, en el apartado de seguridad y convivencia, en 2020 en la ciudad se registraron 508 homicidios de jóvenes entre los 18 y los 28 años, lo que representó un aumento del 6,5% frente a 2019.
“De esta forma, la tasa en 2020 fue de 127 homicidios por cada 100 mil jóvenes, que rompe con la tendencia decreciente experimentada desde 2015”, dice el estudio.

Es, por cierto, un tema a tratar próximamente: durante las alcaldías de Jorge Iván Ospina, en Cali subieron los homicidios. En 2008, cuando asumió su primera alcaldía, la tasa de homicidios era de 69,9. Cuatro años después la tasa era de 81 homicidios por cada 100 mil habitantes.
En su actual mandato el retroceso de la seguridad es evidente y podría suceder algo parecido. Pero volvamos a los jóvenes.

Representan casi la mitad de las víctimas de los asesinatos en Cali. En 2020, 47 de cada 100 homicidios fueron sobre población joven, según Cali Cómo Vamos. En 70 casos las víctimas fueron menores de edad.

Además, dice el estudio, en comparación con otras ciudades capitales del país, la tasa de homicidios por cada 100 mil jóvenes en Cali en 2020 (127) fue más alta que en Barranquilla (53), Bogotá (27), Medellín (27) e incluso, ¡casi triplica la tasa general de Colombia (49)!

La mayoría de los jóvenes asesinados son hombres, por cierto; 97 de cada 100 en 2020. Durante las protestas del actual Paro Nacional, según los reportes de organizaciones como la ONG Indepaz y Temblores, en la ciudad ya son 35 los muchachos que han sido asesinados.

También es cierto que los desaparecen. Según datos de Medicina Legal, por ejemplo, en 2019 no se volvió a saber nada de 158 jóvenes, que continúan allí, en la casilla de ‘desaparecidos’ de las estadísticas. El número de desaparecidos durante las manifestaciones sociales de 2021 aún no está muy claro. En todo el país se tiene reporte de 548.

Pero no solo la violencia determina el destino de los jóvenes en Cali y Yumbo. 87 de cada 100 viven en estrato 1, 2, y 3, lo que indica su situación social actual; 65 de cada 100 viven en estratos 1 y 2.
Además, 39 de cada 100 se encontraban en situación de pobreza monetaria en 2020. Eso quiere decir que sus ingresos no superaban los $356.962. Y en cuanto a la educación, 75 de cada 100 jóvenes en Cali-Yumbo habían alcanzado como máximo título académico el bachiller, pero apenas 6 de cada 100 habían alcanzado títulos universitarios.

Las alarmantes cifras continúan; en los tiempos de la virtualidad a la que nos llevó la pandemia del coronavirus, 37 de cada 100 jóvenes en Cali y Yumbo viven en hogares sin servicio de Internet; 68 de cada 100 jóvenes que estaban empleados en 2020, no cotizaban a seguridad social porque trabajaban en lo que podían, de manera informal.

Así que es cierto que tienen razones de sobra para protestar. Ojalá, como lo dijo el exalcalde Maurice Armitage en una entrevista para la BBC, el estallido social sea el punto de quiebre que necesitaba Colombia para entender cuál debe ser su prioridad como Nación: reducir, por fin, la desigualdad. Armitage también dijo:
“Nosotros no estamos acostumbrados a valorar a los de abajo. Estamos acostumbrados a ver el de abajo jodido siempre. No nos conmovemos con la pobreza ni con la angustia de los demás. En Colombia se cree que el rico tiene derechos y el pobre no. Los que tenemos dinero, llegamos a pensar que los derechos son inherentes a nosotros, cuando los derechos son para todos. Y esto no es implantar comunismo, ni locuras de esas, es implantar humanidad”.

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