El pais
SUSCRÍBETE

El balón de Rincón

La historia se la escuché al periodista César Augusto Londoño, en El Pulso del Fútbol.

3 de mayo de 2020 Por: Santiago Cruz Hoyos

La historia se la escuché al periodista César Augusto Londoño, en El Pulso del Fútbol. El balón con el que Freddy Rincón le hizo el gol a Alemania en el Mundial de Italia 90 lo conservó durante muchos años el delantero quindiano Rubén Darío Hernández, ‘Rubencho’.

De inmediato me puse a la tarea de seguir el rastro de esa pelota que me hizo tan feliz hasta llorar, sobre todo ahora, cuando El País se ha propuesto resaltar los valores de los vallecaucanos como la pujanza, la resiliencia, la creatividad, la alegría. ¿Qué otro momento de la historia puede simbolizar todo ello que no sea ese gol de Rincón después de que los alemanes hicieran el suyo a dos minutos del final del partido?

Fue sencillo ubicar a ‘Rubencho’, desde hace tres años radicado en Armenia, donde trabaja para el Deportes Quindío. Primero como entrenador de delanteros y ahora como técnico. Este año, me cuenta, se graduó de la Asociación de Técnicos Argentina, y además es licenciado en educación física. También tiene la licencia de Conmebol para dirigir en Colombia.

La historia del balón de Rincón, recuerda, comenzó en el minuto 88 de juego, cuando Littbarski, de un zurdazo al palo de la mano derecha de Higuita, hizo el gol que nos eliminaba del Mundial. En el televisor, William Vinasco Ch repetía: “No hay derecho, no nos lo merecíamos, no hay derecho”.

Entonces Pacho Maturana le ordenó a ‘Rubencho’ que calentara, junto con Arnoldo Iguarán, para buscar justicia. No tuvo necesidad de hacer los cambios. Dos minutos después de la anotación alemana, Leonel recupera un balón en el área nuestra, se lo pasa al Bendito Fajardo, este al Pibe Valderrama que se deshace de dos rivales, le entrega la pelota a Freddy, Freddy se la devuelve al Pibe, que mete un pase de profundidad como puñalada contra el campeón del mundo, y aparece Rincón para acariciar la pelota por entre las piernas de ese arquero que en la pantalla parecía un gigante, Bodo Illgner.

Yo tenía 8 años. Recuerdo haber cantado el gol hasta quedarme sin voz. Y terminar convencido de que las banderitas en papel y palillos que había hecho en el entretiempo con mi primo Juan Pablo en su casa en La Merced habían sido el amuleto que nos dio la clasificación a la segunda ronda.

Mientras tanto ‘Rubencho’ se encontraba en una esquina del estadio Giuseppe Meazza celebrando con el resto del equipo. Fue cuando vio que Illgner pateó el balón furibundo y este se fue cerca de donde él estaba. ‘Rubencho’, en medio del alboroto, lo cogió sigiloso y se sentó en el banco. Ningún recogebolas se acercó a pedírselo.

El único que le pidió el balón fue Freddy, en el camerino. ‘Rubencho’ le dijo que no. Que si se tomó el trabajo de esconderlo era para conservarlo. A Freddy no le importó. El equipo festejaba y nadie pensó en lo que ese balón, un Adidas Etrusco Único, diseñado con tres cabezas de león, representaría para la historia del deporte colombiano.

En el hotel ‘Rubencho’ lo desinfló y lo metió a su maleta. También empacó la camiseta del jugador número 6 de Alemania, con quien intercambió la suya marcada con el 22. Cuando llegó a Colombia le entregó tanto el balón, como la camiseta, a su papá, don Ramón, un apasionado por el fútbol. Le dijo que se lo guardara.

‘Rubencho’ siguió su carrera, integró casi todos los equipos del fútbol colombiano, jugó para el MetroStars, e hizo tantos goles que hasta perdió la cuenta. Según le han dicho los estadísticos, en el torneo local marcó 189. Si suma los que hizo con la Selección y los de Libertadores, la cifra supera de lejos los 200. Del balón de Rincón no se volvió a acordar.

Hasta hace cinco años, cuando su padre le dijo: “Te tengo una sorpresa”. Era el balón del Mundial. ‘Rubencho’ se lo llevó para su casa, y recordó sus inicios en el fútbol. Como a veces los domingos su papá no tenía para comprar las dos boletas para ver al Quindío en el estadio San José, se hizo recogebolas. Así él veía gratis los partidos mientras su padre disfrutaba en la tribuna. El balón de Rincón fue el más importante que recogió en su vida, así lo hubiera hecho como jugador consagrado.

Por eso jamás lo vendió. ‘Chicho’ Serna se lo solicitó para su museo; de España lo llamaron a ofrecerle cifras escandalosas -5 mil dólares- pero ‘Rubencho’ no cedió. ¿Cómo vender lo que no tiene precio?, se pregunta. ¿Cómo calcular el valor de lo que nos hizo sentir Freddy esa mañana del 19 de junio de 1990?

Hasta diciembre de 2019, cuando se abrió en el estadio Centenario el Museo del Deporte. ‘Rubencho’ decidió donar el balón. Finalmente, de alguna manera nos pertenece a todos. Está en una vitrina como si se tratara de una obra de arte, y encima un televisor repite el gol una y otra vez. Antes del inicio de la cuarentena por el coronavirus, decenas de colombianos fueron a verlo, quizá con la ilusión de que se les volviera a erizar la piel o soltar de nuevo lágrimas de felicidad. Hasta Freddy viajó a Armenia para recordar su balón de la gloria.

AHORA EN Santiago Cruz Hoyos