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Sueños rurales compatibles

Hay dos sueños que están pendientes de decisiones del Gobierno y del...

25 de noviembre de 2013 Por: Rudolf Hommes

Hay dos sueños que están pendientes de decisiones del Gobierno y del Congreso: El sueño de un mundo mejor para el campesino colombiano en sus localidades habituales y el de tener un área de expansión de la frontera agropecuaria y agroindustrial a la que vayan a probar suerte los jóvenes, los campesinos, los empresarios y los inmigrantes como lo hacen en el nordeste de Brasil y lo hicieron en el Siglo XIX en los Estados Unidos, cuando la frase “vete al Oeste, joven” contenía toda una promesa de vida y de libertad. Pero en el Congreso no se ocupan con estos temas sino con estériles debates de carácter personal. Lo que los campesinos requieren es acceso a medios de producción en condiciones que les permitan derivar ingresos suficientes para ingresar a la clase media. Se les debe facilitar suficiente cantidad de tierra, medios para cultivarla, asistencia técnica y apoyo en la comercialización de los productos. Cualquier iniciativa nueva en el campo debería comenzar por estimular un mercado de tierras más dinámico, facilitando el acceso a tierra arrendada para los campesinos ya establecidos y tierra propia para los desposeídos, sistemas municipales de extensión agropecuaria, fácil acceso al crédito agrario y a sistemas de comercialización y protección racional contra riesgos. En segundo lugar es necesario crear las condiciones para que se puedan desarrollar grandes emprendimientos capitalistas agropecuarios y agroindustriales. En otros países de la región funcionan empresas que sin poseer una sola hectárea manejan operaciones que abarcan un millón de ellas. Aquí nos asustamos si lo hacen en cinco mil o diez mil hectáreas. Uno de los frutos más fáciles de recoger, posiblemente el camino más sencillo para promover desarrollo y crear empleo agropecuaria a corto y mediano plazo, es un desarrollo empresarial agropecuario concentrado en la producción a precios competitivos de bienes que actualmente se importan, la mayoría de ellos alimentos. Este es el potencial que ofrece la región que se extiende al sur del río Meta hasta el río Orinoco (la ‘altillanura’). Allí se debería crear una zona de desarrollo especial como la que el gobierno va a proponer alrededor de Buenaventura. Sería un espacio con el que se podría construir un gran sueño colombiano equiparable al que Brasil hizo posible en su nordeste. Para que esto se pueda concretar se debe combatir el tabú cultural y remover el impedimento legal que impiden que se desarrollen grandes empresas agropecuarias en esa y en otras regiones del país. La fórmula que había concebido el Ministro de Agricultura en el proyecto de ley que le hicieron abortar hubiera permitido que un solo individuo o una sola e presa privada acumule hasta 20.000 hectáreas, con la condición de que el 20 por ciento de esta extensión se desarrolle conjuntamente con pequeños propietarios que reciban del empresario el crédito, la asistencia técnica y todo el apoyo necesario para establecerse como productores con capacidad de evolucionar con independencia. Ojalá la nueva ley que van a presentar después de socializarla no eche a perder esta oportunidad que tiene Colombia de poner a soñar a varias generaciones.