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Crisis de alimentos

La revista The Economist del 26 de febrero pasado examina los riesgos...

6 de marzo de 2011 Por: Rudolf Hommes

La revista The Economist del 26 de febrero pasado examina los riesgos de perder la capacidad de alimentar al mundo y se preocupa por la decreciente productividad de las principales cosechas, pero confía en que el problema es manejable en el mediano plazo, aunque las restricciones, que ya están aplicando, van a apretar severamente en los próximos 50 años. Una de las políticas que ha tenido gran incidencia en la restricción de la oferta alimenticia en el mundo ha sido la decisión equivocada de subsidiar la producción de biocombustibles y forzar su consumo. Ha elevado considerablemente y artificialmente los precios de alimentos, y ha desviado a otro uso la producción destinada a la alimentación. Si todo ese maíz que se destina en Estados Unidos a producir biocombustibles (40% de la cosecha) se destinara a comida, la oferta mundial para consumo humano subiría 14%. Ahora que han aumentado los precios del petróleo por una crisis política provocada en parte por el aumento de los precios de alimentos, Colombia debería eliminar los subsidios a los biocombustibles. El nuevo panorama de precios de energía los hace innecesarios. Los tres componentes básicos de la producción de alimentos son tierra, agua y fertilizantes. La tierra está principiando a escasear en el mundo, a pesar de que en vastas regiones de África y América Latina todavía hay amplias reservas. En Colombia todavía existe la posibilidad de aumentar significativamente el área sembrada. Los críticos de la apertura económica le achacan una reducción apreciable del área cosechada, pero no dicen que esta reducción vino acompañada de un aumento de la producción y que el área que se dejó de utilizar está disponible para darle un impulso a la producción en un plazo bastante corto. También existen en el país vastas regiones de escasa colonización o en donde la tierra está dedicada a cultivos ilegales o a ganadería extensiva. No tenemos que preocuparnos de escasez de tierra, sino de aumentar eficientemente su área cosechada y su productividad. En el mundo, dentro de 20 años, los agricultores van a necesitar 45% más agua que la que consumen hoy. The Economist dice que no la van a conseguir por el rápido crecimiento de la urbanización en los países en desarrollo y porque el consumo de alimentos exige ahora más proteínas animales, que exigen entre 8 y 15 veces más agua por kilogramo que granos como el trigo. Pero los agricultores utilizan más agua que la que necesitan, como es el caso del azúcar en el Valle. Si adoptan las prácticas más eficientes reducirán considerablemente las presiones. En el caso colombiano, antes de llegar a una situación crítica, se pueden limpiar y regularizar los ríos, desarrollar distritos de riego y control de inundaciones e instaurar un manejo racional de los recursos hídricos. Detrás del uso más eficiente de la tierra, de la conservación del agua y del uso efectivo de fertilizantes está la investigación y el desarrollo de tecnología agropecuaria apta para las condiciones de producción en Colombia. La investigación agropecuaria ha sido una cenicienta y su trabajo ha sido ignorado. El nuevo director de Corpoica, cuyo nombramiento ha sido afortunado para el sector, está desempolvando estudios que han reposado años en los archivos de esa institución sin provecho, y ha celebrado un acuerdo con el Ciat para respaldar el desarrollo agrícola de la Orinoquía. Quizás se debería ampliar ese convenio para que entre las dos instituciones importaran y adoptaran los que ha producido Embrapa en Brasil, que ha hecho posible que ese país se haya convertido en potencia agro exportadora.