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Crecimiento y desigualdad

Nos estamos conformando con tasas de crecimiento de la economía que no coinciden con las oportunidades de crecimiento que podría tener el país

24 de junio de 2018 Por: Rudolf Hommes

La preocupación, aún entre los que votaron por Duque y Marta Lucía, es que el nuevo gobierno y sus seguidores se distraigan persiguiendo brujas, exguerrilleros o parejas Lgbti, o combatiendo la anticorrupción, y no le presten suficiente atención a promover crecimiento económico ni resuelvan los problemas que no dan espera. Es evidente la insatisfacción popular con la corrupción, la inequidad y en general con la pobreza. Nos estamos conformando con tasas de crecimiento de la economía que no coinciden con las oportunidades de crecimiento que podría tener el país y con índices de concentración de ingreso y acceso que impiden francamente un crecimiento mayor y promueven inestabilidad política.

Para darse uno cuenta de cuanto impacta un punto adicional de crecimiento económico se debe tener en cuenta que, en Colombia, con una tasa de crecimiento de la población del 1,18 por ciento anual, se requerirían 15 años para duplicar el ingreso por habitante si el crecimiento anual promedio de la economía fuera 6%. Si la economía crece al 4% anual se necesitan 10 años más, y si crece al 2% anual se tendría que espera 85 años para duplicar el ingreso actual por habitante.
No es necesario decir mucho más para entender por qué es urgente y absolutamente indispensable salir del rango de crecimiento en el que se encuentra la economía colombiana entre 2 y 3 por ciento por año, y volver a crecer por lo menos al 4%. También es claro que solamente con tasas superiores a 4% anual de crecimiento del PIB podremos esperar que la pobreza se desvanezca dentro de tres o cuatro períodos presidenciales.

Pero no debemos enfocarnos solamente en crecimiento sino también en reducir la desigualdad, no solamente por razones éticas sino porque la mayor movilidad social y la distribución equitativa de ingreso y oportunidades coinciden con aumentos de competitividad y de productividad. Un estudio reciente de la Ocde sobre movilidad social revela que Colombia es el país que mayor tiempo requiere para que los miembros y los descendientes de familias que están en el decil (10%) más bajo de la distribución del ingreso asciendan hasta la mediana de esa distribución. En Dinamarca lo hacen en dos generaciones. Si el papá es muy pobre, el hijo puede ser de clase media. En los demás países escandinavos hay que esperar una generación más para llegar a la clase media. En la Ocde se requieren 4,5 generaciones para conseguirlo. En Chile y Argentina les toma 6 generaciones, en China y la India 7, en Brasil y Suráfrica 9, y en Colombia 11 generaciones antes de poder ascender a ese nivel. El nieto del tataranieto del tataranieto del señor que está en el último decil de ingreso en Colombia puede aspirar a obtener un ingreso equivalente a la mediana de la distribución del ingreso. (Ocde, ‘¿A Broken Social Elevator? How to Promote Social Mobility’, Figura 15, 2018).

Ese índice de desesperanza proviene de la excesiva concentración de ingreso, acceso limitado a educación y a oportunidades, y de que la justicia social no es un propósito nacional, como lo es en los países escandinavos. Esto debe comenzar a cambiar ya porque la gente ha perdido la paciencia.