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Todavía estamos a tiempo

res expresidentes de la Corte Suprema de Justicia, el fiscal a cargo de los temas de corrupción y varios senadores acusados de corruptos, es algo que lo deja a uno aterrado.

18 de agosto de 2017 Por: Ricardo Villaveces

Tres expresidentes de la Corte Suprema de Justicia, el fiscal a cargo de los temas de corrupción y varios senadores acusados de corruptos, es algo que lo deja a uno aterrado. Por lo positivo, es esperanzador que se estén dando estas y otras revelaciones y, usando esa trillada frase, se requiere ahora es “que caiga todo el peso de la ley” sobre todas estas personas y las muchas que estarán faltando. Ante la ausencia de los “notables” de otras épocas habrá que oír a los juristas y constitucionalistas sobre cuáles son los caminos a seguir para salir de este atolladero. La respuesta más obvia y ya se oyen planteamientos en este sentido, es la de proponer una constituyente. El problema, como bien se sabe, es que esta es una fórmula que se sabe cómo empieza pero nunca cómo termina y el remedio puede llegar a ser peor que la enfermedad. La gravedad del problema, sin embargo, lleva a que esta fórmula tampoco se pueda descartar.

Debemos aceptar, además, que somos los colombianos los que permitimos que se produjera este deterioro en la rama judicial. Sin duda son muchos los jueces honestos y abnegados que cumplen con su deber, pero cada vez son más las manzanas podridas que ponen a tambalear la confianza en las instituciones y es por acción o por omisión que hemos permitido que esto ocurra.

No tenemos, sin embargo, el monopolio de la estupidez y fueron errores similares de la clase dirigente venezolana, su incapacidad para actuar colectivamente y la pasividad de otros lo que ha llevado a Venezuela al borde del abismo en que se encuentra. Serían risibles las ‘pataletas’ de opereta de Maduro si no tuvieran esas funestas consecuencias no sólo para los venezolanos sino para los colombianos. Y, como si fuera poco, el loco mayor se está encargando de ‘atornillar’ a Maduro en su puesto con las bravuconadas y amenazas de una eventual intervención militar.

Y es que el caso de Trump es no sólo patológico sino que está despertando demonios que ya se creían enterrados. Tener que hablar de riesgos de confrontaciones nucleares, como si estuviéramos en la época de la guerra fría, es insólito. O del caos en la Casa Blanca después de seis meses de gobierno como se vio en el episodio Scaramucci. Más preocupante aún el episodio de la última semana al negarse a rechazar las acciones y planteamientos de los “supremacistas blancos”. Ver los videos de las marchas de antorchas en Virginia traen a la mente las marchas nazis en la Alemania de comienzos de los treinta. La sociedad norteamericana se ha destacado por la fortaleza de sus instituciones y esperamos que superarán este triste capítulo de la era Trump, pero lo cierto es que están llegando a eso por la culpa de nadie diferente a los propios americanos.

Colombia está a tiempo para corregir el rumbo y recuperar su sistema judicial pero hay que convertir esto en un propósito nacional que esté por encima de las vanidades y los intereses de quienes creen en un sistema democrático.