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Pobre legado

Es tiempo para el examen de conciencia que deben hacerse los alcaldes, en particular los de Cali y Bogotá. Negarse, en la práctica, a aceptar la diferencia entre protesta y vandalismo, e insistir solamente en los diálogos rechazando instrumentos como el Esmad fue un gran error.

2 de julio de 2021 Por: Ricardo Villaveces

Dos meses después del inicio del caos en que se sumergió el país es momento de entender que los problemas no han pasado y hay que reflexionar sobre lo sucedido, extraer enseñanzas y actuar en concordancia. Sin duda el mayor reto lo tienen el Gobierno Nacional y los gobiernos locales.

El Gobierno Nacional no puede estar de nuevo desconectado de lo que vive y siente la gente y cometer equivocaciones como el de la famosa reforma tributaria.

Tampoco caer en esa actitud de no reconocer los errores de los agentes del Estado que los cometen. El país no puede estar sujeto a presiones tan asfixiantes en lo internacional por cuenta de no aceptar rápidamente las faltas que se hayan cometido.

Es tiempo para el examen de conciencia que deben hacerse los alcaldes, en particular los de Cali y Bogotá. Negarse, en la práctica, a aceptar la diferencia entre protesta y vandalismo, e insistir solamente en los diálogos rechazando instrumentos como el Esmad fue un gran error.

Cuerpos de seguridad similares existen en todas partes y son muy relevantes para que el Estado cumpla con su deber de garantizar la seguridad a la ciudadanía. Muchos dolores de cabeza se habrían evitado si hubieran actuado rápido contra el vandalismo, protegiendo la protesta pero sancionando con prontitud actitudes tan reprobables como los bloqueos indiscriminados que llevaron el caos a donde llegó.

Hoy vemos a la alcaldesa dando órdenes de despeje de algunos de los sitios que se han convertido en una combinación de violencia, narcotráfico y destrucción de los bienes públicos. Más incoherente aún resulta que hubiera dejado llegar el problema a ese punto después de que al comienzo de la pandemia sus posiciones sobre la necesidad de restringir el contacto social era casi que excesiva. Hoy los contagios baten récords todo los días y, sin duda, buena parte de la explicación radica en la laxitud con que se permitieron las aglomeraciones durante estas semanas.

El Alcalde de Cali fue complaciente con los bloqueos e incluso los justificó. El asunto se le salió de las manos y hoy la ciudad mira con preocupación el tiempo y los recursos que va a tomar reconstruir lo que destrozaron.

Pero hay algo mas grave en el caso de Cali y es lo que se percibe después de lo ocurrido en que la que fuera la ciudad cívica de Colombia. Hoy es ejemplo pero de indisciplina y falta de civismo.

Lo que estaba debilitado se vio exacerbado por la pérdida de respeto a la autoridad, que resultó de episodios como los de la gente apedreando policías sin un respaldo del alcalde que, por el contrario, se concentró en los errores de algunos y dejó expuestos a la mayoría que cumplía con su deber.

Hoy en Cali los carros privados andan por las calzadas del MÍO, como acabaron con los semáforos en algunas de las principales intersecciones el que pasa es el más agresivo y el desorden es total. Triste legado dejará el alcalde Ospina como complemento a absurdos como la Feria Virtual y otras tantas decisiones equivocadas.