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Percepciones

El carisma, la autoridad, los dogmas, etc., han tenido siempre ese efecto de poner un filtro para que se creen lo que hoy se llamarían ‘verdades alternativas’ que, además, se refuerzan con esta cultura de la posverdad en la que tanto pesan las redes sociales.

6 de julio de 2018 Por: Ricardo Villaveces

Un reciente libro del científico cognitivo y profesor de Harvard Steven Pinker (Enlightment Now: The case for reason, science, humanism and progress. Penguin 2018) pone de presente algo que se intuye pero que poco queremos oír y es el cómo somos de irracionales los seres humanos. Cómo, a pesar de estar ya a muchos años de ese punto de quiebre que fue la llamada ‘Ilustración’, época en que al menos las mentes más destacadas dejaron atrás mitos, dogmas y prejuicios y encontraron en la ciencia y en la razón los argumentos para entender el mundo, seguimos teniendo tantas limitaciones para pensar con objetividad, para mirar hechos y datos antes que prejuicios y conclusiones construidas de antemano.

Como bien dice Pinker la razón en las sociedades siempre se enfrenta con asuntos como “la lealtad a la tribu, el respeto a la autoridad, el pensamiento mágico, etc.”. El carisma, la autoridad, los dogmas, etc., han tenido siempre ese efecto de poner un filtro para que se creen lo que hoy se llamarían ‘verdades alternativas’ que, además, se refuerzan con esta cultura de la posverdad en la que tanto pesan las redes sociales.

Dice Pinker en su libro que el hombre siempre tiene más dificultad de reconocer y aceptar lo positivo y crea sus propios mitos con esas concepciones de que todo tiempo pasado fue mejor. Los ejemplos y argumentos para desvirtuar este tipo de afirmaciones son innumerables y solo basta pensar en asuntos como las avances que se han presentado en temas como la salud, la mortalidad y el nivel de vida en general de todo el mundo, sin olvidar que estamos pasando por uno de los períodos más pacíficos en la historia de la humanidad. Más interesante aún, cuando se mira el tema de la desigualdad Pinker argumenta, con razón, que si la pobreza se define en términos de lo que se consume en lugar del ingreso, la reducción de la desigualdad ha sido sustancial y comparativamente son los pobres los que más han mejorado su calidad de vida.

Argumentos como los anteriores son pertinentes en la situación actual del país. El gobierno que termina cometió errores y tal vez el que más daño le hizo fue caer en el juego de los buenos y los malos y desgastar su capital político en peleas estériles que debilitaron la oportunidad de convertir a la paz en un gran propósito nacional. Lo que resulta sorprendente, sin embargo, es el bloqueo mental que para tanta gente existe para ver lo mucho de bueno que deja este gobierno. Sin duda una mirada con perspectiva histórica le va a reconocer muchos avances, pero las emociones, los prejuicios y las pasiones hoy les impide a muchos reconocerlo.

Ahora, sin que objetivamente hayan ocurrido cambios y solo hay expectativas por el nuevo gobierno, el estado de ánimo ha cambiado positivamente. Ojalá le vaya muy bien a Duque, pero es importante que él no pierda la oportunidad y sea consciente que las percepciones cambian y que debe cuidar ese buen ambiente para poder superar los innumerables retos que tiene por delante.