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No aprendemos

Poco está sirviendo pues el Bicentenario para, con esta ocasión, contar con leyes que contribuyeran de manera estructural a impulsar el desarrollo y aprovechar las oportunidades que ofrece el mundo de hoy.

10 de mayo de 2019 Por: Ricardo Villaveces

Se acerca la fecha de conmemoración del Bicentenario, período que dio lugar a la conformación de la República de Colombia, territorio que incluía a la Nueva Granada y a Venezuela. Esperanzas e ilusiones de quienes lograron la independencia de España, que hoy no dejan de despertar sentimientos de decepción, cuando vemos el estado en que se encuentran las relaciones con el gobierno del que es un verdadero país hermano.

Por otro lado, es lamentable que una ocasión apropiada para motivar el logro de metas de desarrollo, a lo cual contribuyen esas fechas simbólicas, se haya desperdiciado. Si bien es cierto que se adelantan eventos y publicaciones en su gran mayoría de origen privado, los gobiernos han desperdiciado esta oportunidad y esta conmemoración será, al parecer, bastante lánguida en lugar de haber sido la oportunidad para llevar a cabo ejercicios amplios y profundos de reflexión sobre de dónde venimos, qué país queremos y qué metas de largo plazo se quisieran alcanzar.

Es paradójico que en 2005 Uribe como presidente promoviera un importante ejercicio de este estilo, que se plasmó en el documento ‘Visión Colombia II Centenario: 2019’ publicado por la Presidencia de la República y el DNP, que en su Prólogo planteaba que “…a pesar de la definición constitucional de trabajar con planes cuatrienales de desarrollo, el país debe contar con puentes que vinculen un plan con el otro…”, promoviendo una mirada de largo plazo. El documento que resultó de la participación de muchos actores, enmarcado en los Objetivos del Milenio y que habría podido servir como punto de referencia de los siguientes planes de desarrollo, se olvidó completamente.

Es muy posible que sean pocos los responsables hoy de este tema, que sepan siquiera que se hizo este esfuerzo hace tan solo quince años. En lugar de esto, por cuenta de posiciones radicalizadas en relación con los acuerdos de paz y la desacertada actuación del gobierno que entrabó su propia agenda legislativa con la discusión de las objeciones a la JEP, la aprobación del Plan de Desarrollo terminó siendo una vergüenza. Hoy muy pocas personas, incluyendo a los Congresistas, saben que se aprobó finalmente. La adición de artículos fue desmedida e es inaceptable que el Senado haya estado dispuesto a aprobar sin mirar lo que recibió de la Cámara. Quién sabe que resultará de las sorpresas y demandas que se pueden esperar.

Poco está sirviendo pues el Bicentenario para, con esta ocasión, contar con leyes que contribuyeran de manera estructural a impulsar el desarrollo y aprovechar las oportunidades que ofrece el mundo de hoy.
Lo que está quedando es un remedo de Plan, o una ley de Financiamiento que anticipa una nueva reforma tributaria. Ojalá sigan desarrollándose más actividades de reflexión y pedagogía alrededor de estas fechas, pues en un país que abandonó la historia en los colegios, resulta importante aprovechar estas oportunidades para entender que hay que mirar en el largo plazo, que no se pueden olvidar ni los esfuerzos ni los errores de los que nos han antecedido pues, como dijo Napoleón: “Quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.