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La nueva ‘normalidad’

Decíamos en una columna anterior que los eventos del mes de noviembre había que mirarlos con mente abierta y que son complejos y reflejan muchas realidades.

20 de diciembre de 2019 Por: Ricardo Villaveces

Decíamos en una columna anterior que los eventos del mes de noviembre había que mirarlos con mente abierta y que son complejos y reflejan muchas realidades. Sin duda hay muchas razones para la inconformidad y la indignación, pero no es menos cierto que son muchos los que pretenden aprovecharse de ese sentimiento y autodenominarse interlocutores válidos de todos aquellos que expresaron su descontento. Nadie discute que el llamado Comité del Paro represente a algunos sectores, pero es evidente que no tienen la vocería de todos los colombianos para exigir y pretender poner de rodillas al Estado para que atienda sus demandas como si fueran los únicos asuntos que debe atender el país.

Si algo caracterizó el movimiento registrado el 21N fue la espontaneidad de muchos de los participantes y la ausencia de dirigentes y de líderes reconocidos de la protesta. Claro que no faltaron los oportunistas como Petro que pretendió atribuirse la paternidad del paro. Con ese personaje eso se convierte en episodio anecdótico pues lo ocurrido es síntoma de algo que tiene raíces más profundas.

Para bien o para mal el llamado Comité del Paro se ha convertido en la cara visible de la protesta y aunque no tiene la representatividad que se abroga recoge mucho de los sentimientos que han estado presentes en estos días. De manera sensata el Gobierno ha estado dispuesto a conversar con ellos para recoger sus inquietudes y considerarlas en un contexto mucho más amplio que sobrepasa de lejos el ámbito del citado Comité. Ha sido claro, de otra parte, que se trata de una conversación y no de una negociación pues es evidente que el mencionado Comité no tiene ni la legitimidad ni la vocería para representar a todo el país en este proceso.

Parecía que el espacio de diálogo que se había abierto alrededor de los trece puntos que habían venido planteando abría la posibilidad para avanzar en forma constructiva en la solución de muchos problemas y en la construcción de consensos que tanto necesita el país.

Después de ver las ciento cuatro peticiones que incorporaron en el documento presentado esta semana quedó claro que no hay, por parte de ese Comité, ningún ánimo constructivo y pedir toda clase de cosas, muchas de ellas completamente absurdas, solo muestra que lo que se está buscando son disculpas para mantener un estado de permanente agitación y que tienen muy pocas intenciones de encontrar soluciones a los problemas, aun cuando muchos sean reales y necesiten solución.

Esa mesa de conversaciones no es el espacio para discutir una Constituyente ni para negociar el Estado. Lo que habrá entonces será un estado permanente de perturbación y protesta. Muchos serán los que se van a cansar, pero habrá otros que seguirán haciendo manifestaciones y creando disturbios. Esa parece ser entonces nuestra nueva ‘normalidad’. Terminaremos pareciéndonos a la Italia de los 70, donde las protestas y manifestaciones eran el pan de cada día y en paralelo el país vivía, avanzaba y la obstinación de los protestantes terminó convirtiéndolos en ‘parte del paisaje’.

Triste escenario cuando habría posibilidades para tantos avances.