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Réquiem por los velorios 196922

En los últimos días han fallecido varias personas cercanas a mis afectos...

7 de mayo de 2013 Por: Mario Fernando Prado

En los últimos días han fallecido varias personas cercanas a mis afectos y he advertido que sus seres queridos han omitido los velorios. Se han limitado a una ceremonia absolutamente íntima a la que asisten sus más allegados parientes y  sin avisos ni llamadas, se han realizado las respectivas inhumaciones.Nada mejor que estas decisiones. Los velorios se convirtieron en un acto social profano e impío en los que sucede de todo menos unas manifestaciones de solidaridad y de piedad y un homenaje a quien falleció. Se reparten y se reciben abrazos hasta de desconocidos, se concertan citas, se hacen negocios, se intercambian tarjetas, se chismografía, se echan chistes, se gallinacea y al pobre muerto o muerta ni le rezan, ni le miran, ni le evocan.Y es que los velorios no sirven para nada. No dejan nada y lejos de amainar el dolor de los deudos son un irrespeto a la memoria de quien falleció que todo hubiera querido menos tales foforros irreverentes, tumultuosos y de quinta que deben soportar los verdaderamente compungidos quienes no pueden ni orar, ni elevar sus súplicas al Altísimo, ni menos hacer un acto de reflexión, por culpa de la guachafita y la saludadera hasta de extraños que les dan sudorosos y halitosos besos pegachentos.Lo otro es el derroche floral con que atosigan los alrededores del ataúd y en donde no se puede ni respirar y se presentan picaduras de abejas y otros invertebrados. Además, y como por lo general tales coronas llegan tarde, las amontonan unos cuantos minutos mientras sale el cortejo fúnebre y ni se lucen y nadie se da cuenta de quien las envió.El costo de esas hemorragias florales debería servir para cualquier obra de beneficencia como lo piden ya muchas familias que no necesitan ni gladiolos ni rosas, ni anturios, ni claveles  para homenajear al fallecido.Ni hablar tampoco del ya mencionado cortejo fúnebre: un desfile absurdo que provoca recodatorios a la mamá del muerto por el trancón que se forma y menos de la varada de la carroza que lo transporta que generalmente se recalienta y hay que hacer un penoso transbordo del ataúd a una pick-up desvencijada de esas que hacen acarreos, función que dura horas y horas.Lo de la misa es otro víacrucis porque esas iglesias viven copadas y tan sólo le dan a cada fallecido media horita en la que hay que amén del acto litúrgico, hablar bellezas del finado y rapidito conducirle o al horno crematorio o al lote por el que se pagó una suma exorbitante habida cuenta el afán del enterramiento.Todo lo anterior se obvia con la ceremonia estrictamente familiar y se reemplaza, ahí si, con una misa citada con antelación en la que se reciben los responsos, se entonan cánticos luctuosos y se dan los respectivos pésames.Ojalá pues haya una evolución en el manejo de las muertes de nuestros seres queridos y practiquemos un saludable réquiem por los velorios. Amén y amén.PD: Ya verán el espantajo de La Ermita dándole la espalda a la Avenida Colombia.

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